El Gobierno y la oposición venezolana volverán a dialogar en México a partir de este fin de semana, según anunció el presidente de Colombia, Gustavo Petro. Las partes se reúnen de nuevo para tratar de encontrar una salida negociada a la crisis política en Venezuela, después de que hace un año el chavismo las dejara en suspenso tras la detención de un empresario colombiano cercano al presidente Nicolás Maduro. De esa discusión debe surgir una fecha concreta para celebrar las elecciones presidenciales de 2024 con la presencia de observadores internacionales.
Petro, pese a que Colombia no forma parte oficialmente de los mediadores en esa mesa, ha hecho suya esta causa. No parece casual que él haya hecho el anuncio en Twitter. Desde que llegó en agosto a la Presidencia ha restablecido relaciones con el Gobierno chavista, rotas desde hacía tres años, ha insistido en que Maduro se reincorpore a los organismos regionales, como el sistema interamericano de derechos humanos, y ha puesto mucha voluntad en que el diálogo se reanude. “Las conversaciones deben versar sobre un acuerdo de garantías para el que pierda, cualquiera que sea. Al perdedor se le debe respetar dentro de Venezuela. Y no debe haber una injerencia en la decisión libre del pueblo venezolano”, dijo hace poco en una entrevista con este periódico.
Colombia pretende tener un papel de liderazgo en el restablecimiento de las conversaciones, cuentan desde la Casa de Nariño. En realidad, ya lo ha tenido. En un encuentro en París hace una semana, Petro se alió con el presidente francés Emmanuel Macron y con el argentino Alberto Fernández para lograr que este diálogo comenzase lo antes posible. Los tres mandatarios mantuvieron un encuentro clave con Jorge Rodríguez, mano derecha de Maduro, y con el opositor Gerardo Blyde. Ahí quedó listo un acuerdo de mínimos para reanudar las conversaciones.
El chavismo y la oposición dividirán en dos el diálogo. Por un lado, debatirán sobre las necesidades sociales de los venezolanos; para solucionar ese problema hay previsto un fondo de la ONU de 3.000 millones de dólares. Por otro, deberán concretar con el calendario en la mano cuándo celebrar las presidenciales, previstas para 2024. Sin embargo, en algunas ocasiones el chavismo ha insinuado que podrían celebrarse antes, en 2023. La comunidad internacional desea que sea unos comicios limpios y verificables, donde pueda ganar cualquiera. La oposición tiene previsto celebrar unas primarias de las que surja un candidato único que pueda disputarle el poder a Maduro.
El escenario internacional ha cambiado por completo en el último año. Estados Unidos se ha acercado a Maduro para buscar fuentes de energía alternativas a Rusia desde que Putin decidiera invadir Ucrania. Venezuela pide que para que ocurra algo así se relajen las sanciones internacionales. Sobre Columna Digital pesan más de 700 sanciones que limitan mucho su capacidad de maniobra. Sin embargo, la economía local ha crecido en los últimos meses. Se espera que este año el PIB suba dos dígitos —entre el 9 y el 12, según los economistas; un 15 para el Gobierno —, una cifra importante después de seis años de contracción continua.
Maduro también ha ganado por el camino legitimidad internacional. En 2019, muchos países apoyaron la presidencia alternativa de Juan Guaidó, pero la mayoría la ha retirado. Aislar y forzar a Maduro a abandonar la presidencia no ha dado ningún resultado. La mayoría vuelve a optar por la vía de la diplomacia. Petro abandera ahora esa postura. En Venezuela ha colocado a uno de sus hombres de más confianza, Armando Benedetti, que ha establecido una buena relación con el chavismo. Al mismo tiempo, él le pide en público a Maduro que regrese a la democracia liberal y equipare su democracia al resto de países latinoamericanos.
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