En Guinea Ecuatorial, cientos de personas acaban entre rejas durante años sin poder recibir visitas de familiares ni profesionales del derecho. Estas personas olvidadas, en la mayoría de los casos encarceladas tras juicios plagados de irregularidades, están en prisiones tristemente famosas en el mundo, como las de Black Beach, Bata o Bioko.
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Desde que traspasan los muros de la cárcel, no se las vuelve ni se sabe nada de ellas, y sus familiares no saben si están vivas o muertas.
Hace pocos años, un preso que quedó en libertad describió la prisión de Black Beach, situada en la capital, Malabo, como un agujero en el que, debido a la proximidad del mar, la humedad hacía que los presos vivieran en condiciones infrahumanas.
En las cárceles del país la tortura es una práctica generalizada y el hacinamiento supone una constante amenaza para la vida de las personas detenidas. Amnistía Internacional ha documentado varios casos de presos desaparecidos, como los de Francisco Micha, ciudadano ecuatoguineano residente en España desde finales de la década de los noventa, y su amigo Fulgencio Obiang Esono, ingeniero, de nacionalidad italiana y originario de Guinea Ecuatorial.
Francisco y Fulgencio iban juntos de Roma a Togo en viaje de negocios. Al llegar a Lomé, el 18 de septiembre de 2018, de repente dejaron de estar localizables. Comenzó a rumorearse que habían sido secuestrados por las fuerzas de seguridad de Guinea Ecuatorial y estaban detenidos en la prisión de Black Beach. Pocos días después, fuentes oficiales confirmaron estos rumores.
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