La crisis del coronavirus y el rebote económico posterior están llevando a los mercados inmobiliarios a situaciones desconocidas desde 2008. En la antesala del estallido de la burbuja inmobiliaria que dio paso a la Gran Recesión. Un análisis con datos de la compañía financiera Bloomberg así lo atestigua.
“El extraordinario estímulo que ha ayudado a poner de nuevo en pie a la economía global también está avivando un nuevo problema: las burbujas inmobiliarias”, escribe la economista Niraj Shah, responsable del informe.
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El estudio analiza cinco variables de riesgo —la relación entre precios y rentas, la relación entre precios e ingresos, el crecimiento real de precios, el crecimiento nominal de precios y el crecimiento del crédito en términos anuales— para predecir la posibilidad del estallido de una burbuja inmobiliaria. Y elabora una clasificación por países en función del riesgo al que se enfrentan.
En los tres primeros puestos figuran Nueva Zelanda, Canadá y Suecia, que se sitúan en zona roja en prácticamente todos los indicadores. Noruega, Reino Unido, Dinamarca o Estados Unidos, “no están muy lejos” de los primeros, lanzando igualmente señales preocupantes.
Un “cóctel de ingredientes”
El informe describe bien la situación que ha provocado que “la evaluación de riesgos esté dando signos de alarma de una intensidad no vista desde los prolegómenos de la crisis financiera de 2008”.
El coronavirus, explica, ha traído un “cóctel de ingredientes”. En el que no faltan bajos tipos de interés, unos estímulos fiscales “sin precedentes”. Ahorros forzados por el confinamiento listos para ser utilizados, limitación de la oferta de casas y las “expectativas de una recuperación robusta de la economía global”.
A eso se añaden “dinámicas específicas de trabajo” que han llevado a muchas personas que teletrabajan a buscar hogares con más espacio. Bancos que han aliviado las condiciones de crédito para los prestatarios más solventes y Gobiernos que han incentivado la compra de vivienda con exenciones fiscales.