Una mujer de mediana edad se dispone a sacarse un selfi junto a la cama de Mao Zedong. Pero antes le da un codazo a su marido. “¡Mira cuántos libros tenía el líder!”, exclama mientras aprieta el botón de su móvil. Otros turistas contemplan con reverencia las sillas donde se sentó el Gran Timonel, la mesa donde trabajó. En el exterior de la residencia del antiguo mandatario chino aumenta la cola para entrar. A la sombra, un equipo de funcionarios vestidos con los antiguos uniformes del Ejército Rojo, sentados en taburetes, toma notas en silencio sobre las explicaciones históricas que les ofrece un instructor.
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Está a punto de cumplirse este próximo jueves el centenario de la fundación del Partido Comunista de China, la fiesta de las fiestas en el calendario oficial de Pekín, y el antiguo cuartel general del Ejército Rojo, en Yanan, en el norte de China -donde Mao y sus tropas establecieron su base durante la guerra civil con las tropas nacionalistas-, bulle de visitantes. Grupos de ciudadanos exploran las cuevas donde vivieron aquellos soldados durante una década. Otros aplauden a los coros que, de tanto en tanto, se arrancan con cánticos de la época. En el inmenso patio del Museo de la Revolución, y bajo un sol de fuego, funcionarios en camisa blanca y pantalón negro alzan el puño y recitan al unísono el juramento de lealtad al Partido.
“Con el tiempo, a los que no vivimos aquello se nos olvidan las privaciones y sacrificios que vivieron esos héroes. Al venir a verlo, los recordamos y nos sentimos inspirados para el futuro”, recita de corrido una estudiante de la Universidad Politécnica de Xian, que ha venido a Yanan en viaje de fin de curso con su clase. Otros visitantes repiten declaraciones similares.
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Que sean tan parecidas no es casualidad. Es el mensaje que el Partido quiere transmitir. Desde febrero, el presidente chino, Xi Jinping, ha lanzado una campaña de dimensiones colosales, la mayor desde los tiempos de Mao, para que los 91 millones de militantes del PCCh estudien la historia oficial de la formación y para que saquen precisamente esas conclusiones. La consigna repetida una y otra vez en discursos y medios oficiales es “no olvidar nunca la intención original, recordar siempre la misión” de los primeros tiempos de la institución.
El Museo de la Revolución de Yanan narra en detalle esa versión oficial sobre los comienzos. El nacimiento del PCCh en Shanghái, su refugio en las recónditas montañas de Jinggan y, sobre todo, las asperezas y sufrimiento que padecieron aquellos soldados durante la Larga Marcha (1934-1935), de 9.000 kilómetros en 370 días según la tradición, hasta encontrar refugio. Se exhiben sus alpargatas desgastadas, sus uniformes raídos, sus armas anticuadas.