El puñado de jóvenes intelectuales que se reunió en un modesto edificio de la concesión francesa en Shanghái en julio de 1921 no tenía idea de que el grupo que estaban estableciendo acabaría siendo uno de los más poderosos en la historia. En sus primeros pasos, el Partido Comunista de China apenas tenía una cincuentena de miembros. El congreso fundacional se celebró en la clandestinidad, y sus participantes tuvieron que concluirlo a bordo de una barca en un lago turístico por miedo a ser descubiertos.
Ahora, cuando el país celebra el centenario de aquella fundación, el PCCh tiene 91 millones de miembros y gobierna desde 1949 sobre la cuarta parte de la población mundial. Bajo su mando, China ha pasado de ser una nación pobre y dividida a una orgullosa potencia económica que reclama cada vez más protagonismo en el tablero mundial.
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Aquellos jóvenes fundadores estarían “encantados del modo en que van las cosas hoy día. [China es] la segunda economía del mundo, con un fuerte sentimiento de cuál es su territorio, celosamente protegido. Donde quiera que China vaya en el mundo, es parte de una conversación global en la que es una protagonista muy dominante”, apunta el historiador Rana Mitter, de la Universidad de Oxford, en una reciente vídeo conferencia organizada por el laboratorio de ideas CSIS.
China va a tirar la casa por la ventana para celebrar el centenario. El logo rojo y amarillo del aniversario está en escaparates, publicaciones estatales y taxis. Hay museos y parques celebratorios. Desde hace meses se promueve el turismo a lugares históricos de la formación. Series de televisión, películas y exposiciones loan el heroísmo de aquellos primeros tiempos, y grupos de militantes renuevan en público su juramento de lealtad. El ambiente es triunfal. Tras un año en el que China apenas ha registrado unos puñados de casos de covid mientras el resto del mundo se batía contra la pandemia, y con cuatro décadas de crecimiento económico acelerado. Los líderes en Pekín se muestran convencidos de que su modelo de gobierno, de partido-Estado, es superior al de las democracias occidentales.