Minutos después de ganar su sexto Wimbledon e igualar los 20 grandes de Federer y Nadal, Novak Djokovic deslizó en conferencia de prensa que aún no había decidido si participaría en los Juegos de Tokio. La ausencia de público, las restricciones en la Villa Olímpica y la imposibilidad de incluir en el equipo a su encordador eran algunas razones que le invitaban a dudar. Finalmente, pesó más la tentación de perseguir el Golden Slam, algo que sólo Steffi Graf ha conseguido en el tenis. Tras ganar en Australia, París y Londres, podía completar la temporada pluscuamperfecta, no sólo sumarse a Donald Budge y Rod Laver, los dos únicos jugadores capaces de ganar los cuatro majors en una misma temporada, sino colgarse también el oro olímpico. El ambicioso desafío incorporaba el vigesimoprimer grande, despegarse de los dos tenistas junto a quienes ha dominado el circuito.
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Las derrotas contra Alexander Zverev en semifinales y después ante Pablo Carreño en la lucha por el bronce, teñidas por actitudes muy poco edificantes en la pista, le dejaron en mal lugar, como si en las tres semanas transcurridas entre su sexta corona en el All England Club y el batacazo olímpico hubiera perdido buena parte del aura inexpugnable del que podía presumir tras destronar incluso a Nadal en su feudo parisino. Había hecho una seria inversión física y emocional, había atravesado medio mundo, expuesto a unas condiciones extremas de humedad, para volver no sólo sin el oro, que era el único objetivo, sino descabalgado del cajón, con la imagen magullada y algunas dudas.
Quedaba, eso sí, lo más importante. Aunque ambas conquistas, llevarse el vigesimoprimer grande y cuadrar los cuatro en un mismo curso, iban de la mano, la posibilidad de suceder a Laver, 52 años después de que el australiano completase su segundo Grand Slam, acentuaba el fulgor de los focos sobre su figura. Laver había llegado el jueves a Nueva York con la misión de entregar la copa a su heredero. Tras la derrota, quien galardonó a Medvedev fue Stan Smith, campeón del torneo en 1971. La pelea por acabar con el mayor número de grandes continúa y Nole es el mejor situado para ganarla, pero será muy difícil volver a subirse al tren de la historia para acompañar a Laver y Budge.