Después de casi 30 años, ella pudo hablar con alguien sobre su abuso de la infancia y después de un matrimonio de 18 años en los que vivió violencia física, psicológica y sexual, Lesbia Téllez, a sus 50 años conoció el teatro, “Fue algo que marcó mi vida y fue a través del teatro que pude hablar de esta situación”, confiesa. La ahora integrante de la compañía teatral “Las Poderosas” un grupo donde mujeres sobrevivientes de violencia de género buscan sanar sus heridas a través del arte, para empoderar, ayudar a otras mujeres y sobre todo concientizar la violencia y no pasarla por alto.
Hubo un momento de su vida, cuenta Téllez, que pensó que no iba a poder salir de esa relación violenta. Pero un día, en 2008, acudió a un centro de ayuda en Ciudad de Guatemala. Fue ahí que tuvo su primer contacto con el teatro cuando participó en la grabación del documental Yo puedo ser. Poco a poco comenzó a sentir que tenía una voz. “Esto ha cambiado mi vida. Antes yo no podía ver a los ojos, no podía hablar, era demasiado tímida, pero a partir de ese momento aprendí la importancia de concentrarme, de saber que soy capaz, que no soy menos que las demás personas, que puedo hablar con libertad, que mi palabra y mi opinión son valiosas”, dice.
Téllez, junto a otras mujeres que también habían sufrido violencia, comenzaron a poner en escena sus experiencias; sus propias vidas. Era el inicio de usar el escenario como una herramienta terapéutica. “Cada vez que mostramos nuestras historias van sanando esas heridas, esos traumas. Todo esto que hemos vivido a través de todos los años que estuvimos en situación de violencia”, dice Téllez. Actualmente, el elenco artístico son siete mujeres actrices que van de 19 a 63 años.
Pronto las comenzaron a reconocer como Las Poderosas, un grupo de mujeres que utilizaban máscaras de luchadoras mexicanas en sus obras y que denunciaban la violencia machista. Se presentaban en Guatemala, pero también en otros países de la región centroamericana, España y México.
Adelma Cifuentes, otra de las integrantes, cuenta su historia: su marido la mandó a matar con dos hombres que le dispararon con una escopeta. Sobrevivió, pero perdió su brazo izquierdo. “Yo sentía que ya sin brazo no servía para nada, hasta quise quitarme la vida”, dice. Y fue justamente la iniciativa lo que la salvó. “Me ayudó a cambiar mi vida y a hacer cosas que nunca había hecho. El teatro para mí significa muchas cosas muy bonitas, me ha ayudado a sanar, a sentirme una mujer útil y a sensibilizar a más personas”, cuenta Cifuentes, quien denunció a su expareja, condenado a 25 años de cárcel.
Cifuentes nunca había ido a un teatro y confiesa que ni siquiera sabía bien qué era, pero con el tiempo y las clases fue aprendiendo. “Me siento una mujer bien diferente, independiente y ahí vi que sí podía salir adelante a pesar de que no tenía mi brazo”, asegura.
Las Poderosas trabajan teatro biográfico documental y lo hacen con apoyo de organizaciones que brindan cursos y talleres de técnicas teatrales, escritura, pero además trabajan con psicólogas que las acompañan en sus procesos. “Es un espacio donde sabemos que podemos hablar, donde nuestra palabra vale. Pararnos en un escenario, contar esas historias, que podemos tener la libertad de hacerlo y ese proceso transforma nuestra vida”, asegura Téllez.
Esa práctica la han querido compartir con más mujeres en un país como Guatemala donde el 69% de las mujeres asegura que ha vivido violencia psicológica y el 55% violencia física, según un análisis realizado por ONU Mujeres y Care en Guatemala en 2021. Las Poderosas imparten talleres de teatroterapia para el abordaje de las emociones y empoderamiento. Trabajan con varias organizaciones y colectivos. “Nuestra metodología fue construida a través de nuestro proceso y lo hacemos en alianza con otras organizaciones. Ya nos reconocen como una asociación que da formación comunitaria con enfoque de género”, cuenta.
El teatro, reconoce Téllez, la también coordinadora del colectivo, le ayudó a pasar “de una mujer que fue víctima a sobreviviente y ahora a convertirme en una agente de cambio”. Aquella mujer callada que no podía ni mirar a los ojos, dice, no existe más.
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