La carrera del diplomático Maman Sambo Sidikou (Sabongari, Níger, 72 años) ha transcurrido en muchos de esos lugares donde lo que se dirime cada día es la mera supervivencia. Periodista de formación, estudió también Ciencias Políticas en la Universidad Complutense de Madrid antes de ser nombrado ministro de Asuntos Exteriores de Níger entre 1996 y 1999.
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Sidikou trabajó luego 19 años para la Unión Africana y Naciones Unidas en países como Somalia y la República Democrática del Congo. En 2018, asumió la secretaría permanente del G-5 Sahel, la plataforma regional creada en 2014 cuyo objetivo es coordinar la respuesta de sus cinco países miembros -Burkina Faso, Malí, Níger, Mauritania y Chad- a los problemas de seguridad de la región, sobre todo el terrorismo yihadista. Con su mandato a punto de concluir este mes, Sidikou aboga por vincular “la seguridad con el desarrollo”, en conversación telefónica con este periódico el 2 de julio desde Rabat (Marruecos). También reclama más apoyo internacional para los ejércitos de sus cinco Estados miembros, de cara a afrontar la retirada de los 5.100 soldados de la Operación Barkhane, anunciada por el presidente francés, Emmanuel Macron, el 10 de junio.
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2020 fue el año más mortífero en el Sahel desde 2011. Solo en Burkina Faso, Malí y Níger, perecieron 2.440 civiles en ataques de grupos criminales, según la ONG Coalición Ciudadana por el Sahel. De los cerca de 90 millones de habitantes de los Estados del G-5 Sahel, 31,4 millones precisaron ayuda humanitaria, según la ONU.
Pregunta (P). ¿Cuál es balance de los siete años de existencia del G-5 Sahel?
Respuesta (R). 2020 ha sido un año terrible y la situación humanitaria se ha degradado. Sin embargo, el G-5 Sahel ha hecho realidad la voluntad de compartir los medios, muy modestos, de los que disponen sus miembros. No hay que limitarse al diagnóstico preocupante, pero coyuntural, de la multiplicación de actos terroristas. Hay pasos como la creación de un colegio de Defensa para formar a los oficiales de los Ejércitos de nuestros cinco Estados o de una célula regional de prevención de la radicalización.
P. ¿Y sus logros concretos en la lucha contra el terrorismo?
R. En Burkina [Faso] y Níger nuestros Ejércitos llevan a cabo operaciones conjuntas. Dos batallones chadianos están en la zona de las tres fronteras [entre Malí, Burkina Faso y Níger]. No estamos esperando solo a [los 5.100 soldados de la Operación Barkhane de] Francia. Dos batallones chadianos están en esa región. Nuestros miembros se han puesto de acuerdo, por ejemplo, para poder penetrar hasta 50 kilómetros en el territorio de otro Estado si se persigue a grupos armados. La cuestión ahora es cómo garantizar una seguridad de proximidad, porque cuando nuestros militares se instalan en un lugar, los grupos armados atacan en otro.
P. El G-5 dispone de una Fuerza militar conjunta, ¿tiene futuro ahora que Francia ha anunciado el fin de su Operación Barkhane, que lideraba la lucha contra el terrorismo en la región?
R. La Fuerza Conjunta se concibió como una fuerza especial compuesta por batallones de los cinco países. Arrancó lentamente, pero ya ha llevado a cabo unas 25 operaciones con resultados satisfactorios. Yo no creo que la retirada de la Operación Barkhane, o su reconfiguración, signifique el fin de la Fuerza Conjunta; es más, es ahora cuando esta tiene que asumir su papel. Francia no podía asumir en soledad la lucha contra el terrorismo en el Sahel. Tampoco se puede pedir a cinco de los Estados más pobres del planeta que lleven solos ese peso. Ahora son los otros países quienes tienen que estar ahí para reforzar a nuestras Fuerzas Armadas.