Por Lya Gutiérrez Quintanilla
Mientras continúo mi entrevista a don Lázaro Emilio Rubio Aguilar, quien además de bisnieto del general Eufemio Zapata, es el presidente nacional de los gobiernos indígenas pluriculturales en 25 estados del país “y estamos ya en tratos de continuar con varios más”, llegamos al tema de la muerte de don Eufemio. Me escucha, luego responde: “MI abuela Catalina Zapata Muñoz, hija del General Eufemio, la que al guerrear obtuvo el legítimo grado de Capitán 1º. de la montada del Ejército Libertados del Sur (ELS), nunca creyó la versión oficial de la muerte de su padre. “Ella opinaba que a pesar de su carácter impulsivo, don Eufemio, nunca perdía de vista su objetivo primordial, estar siempre cerca de don Emiliano, su hermano, nueve años menor que él”.
“No hay que olvidar que su muerte ocurrió en 1917, el mismo año que Carranza desesperado ordenó el desalojo de las principales ciudades de Morelos, Cuernavaca incluida, para evitar la ayuda a los zapatistas. Mi abuela, su hija, nunca creyó en el pleito de cantina. Ud. sabe, -se dirige a quien esto escribe- las mentiras que hay en la historia oficial de México. Mi abuela decía que con su muerte dejaron descobijado a nuestro general Zapata. Y siempre pensó que la mano de Venustiano Carranza estuvo detrás de la muerte de ambos hermanos: Emiliano y Eufemio”.
Cuando ahondo en su ascendencia, don Emilio me responde: “en realidad doña Cata era mi bisabuela, pero como su hija Guadalupe, mi abuela, murió jovencita, ella asumió el papel de abuela mía y era la que nos tenía al tanto de las cosas de la familia. Cata, que desde chamaca se unió a las fuerzas de su papá y de su tío don Emiliano, conocía a todos sus hijos y aunque vivíamos con ella en la CDMX, cada vez que mi abuela visitaba en Morelos a alguien de la familia, nos llevaba.
“De esta manera conviví con mis tíos Diego, Ana María y con Mateo, los tres hijos reconocidos de mi general Emiliano Zapata y tuvo mucho contacto con ellos y con mis tíos abuelos: Emma, Consuelo, Santiago, Herlinda, Guadalupe que murió tan joven que yo ni la recuerdo, todos hijos de Eufemio y como estaban regados por todo el estado, los veíamos en Ayala, en Anenecuilco, en Cuautla, en Cuernavaca o donde estuvieran.
“Era tan querida mi abuela Cata, que mi tío abuelo Nicolás Zapata, primogénito de mi general Emiliano, le dijo un día: –Cata, tus nietos ya no van a llevar el apellido Zapata, te voy a firmar una carta donde te reconozco como hija auténtica de mi tío Eufemio por aquello de que luego a tu descendencia no les crean que salieron de nuestro mismo tronco familiar. Y gracias a Cata, conocí muy bien a mi tío abuelo Nicolás, que era a todo dar, por cierto papá de mi tío Tiburcio que aunque él vive en Anenecuilco y yo actualmente en Texcoco, nunca hemos perdido el contacto.
“Mire, para que quede bien claro, mi abuela fue Guadalupe, pero yo ni la conocí, por lo que Cata, su mamá, adoptó el papel de abuela conmigo. Y gracias a ese cariño que le tuvo a su nieta Elena, mi madre y a mí, me heredaron tanto el estandarte de combate, al igual que un diario personal de mi general Emiliano que mi abuela Cata, su sobrina, lo guardó a su muerte, luego ella se lo dejó a Elena y ella a su vez, me los heredó a mí y el acta original de su nombramiento también lo tengo yo en resguardo y aquí se la muestro”. Que yo comparto con uds. queridos lectores.
Dejamos a un lado el tema de su familia Zapata y le entramos al de su ocupación actual: ¿No cree usted –le pregunto-, que el oficialismo tratará de minimizar la fuerza de los gobiernos indígenas pluriculturas que usted dirige a nivel nacional? Don Emilio se queda un breve momento en silencio, luego responde:
“Sí claro, eso lo sabemos bien, pero ni así claudicaremos. Aquí la idea es unir y concientizar a los 32 millones de indígenas a fin de que tengan la fuerza de reclamar tanto tierras, como agua y los servicios que requieren sus comunidades a lo que tienen derecho porque son los dueños originales. Pero mire, si mis viejos lucharon a bala limpia, nosotros lo seguiremos haciendo, ya no a bala, porque son otros tiempos. Lo haremos tranquilos. No es necesario usar armas, nuestra misión es la de estar al tanto de las necesidades que tengan, sus peticiones y las respuestas que las autoridades les prometan, así cuando no les cumplan, como ha ocurrido tantas veces los apoyaremos para que sí lo hagan. El unir a los pueblos indígenas será nuestra fuerza. Ya sobre el camino veremos qué sigue”, concluye.
Me queda claro que esta entrevista tiene que seguir más adelante y con la promesa de don Emilio de un día mostrarme el Diario de Zapata, me despido del bisnieto de don Eufemio Zapata y gobernador nacional indígena pluricultural. Y hasta la próxima.
Este oficio, frente y anverso, certifica con la firma de los hermanos Nicolás y Santiago Zapata, que doña Catalina Zapata Muñoz, sí fue hija de don Eufemio Zapata. Foto proporcionada a la autora por el mismo don Emilio Rubio Aguilar y autorizada para su publicación.
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