Estados Unidos en sus elecciones legislativas de este martes es mucho más que la designación de centenares de cargos estatales, locales y federales, el control del Congreso y del Senado, el porvenir de los derechos reproductivos de las mujeres o las perspectivas para el resto de la primera legislatura de Joe Biden, que podría quedar amortizada a mitad de camino. Por encima de todo lo demás, en las urnas se libra la gran batalla por el futuro del sistema y la mera supervivencia de la democracia de la primera potencia mundial.
Estos son los primeros comicios que se celebran desde las presidenciales de 2020
Cuando Donald Trump a punto estuvo de hacer saltar el sistema por los aires, con sus acusaciones, que se han demostrado una y otra vez falsas, de fraude electoral. Aquellas maniobras no lograron su objetivo, gracias a un puñado de funcionarios (republicanos) valientes, pero alentaron la insurrección del 6 de enero, uno de los mayores ataques a su democracia de la historia. No solo eso: su onda expansiva en diferido ha definido la política estadounidense de los últimos dos años. También dejaron tras de sí una nación profundamente dividida y abonada a la sospecha: dos tercios de los votantes conservadores aún creen que Biden no llegó a la Casa Blanca limpiamente.
La sombra de esa duda se proyecta sobre esta cita de medio mandato, pero también marcará las presidenciales de 2024, a las que, todo lo indica, piensa presentarse de nuevo Trump; en su último mitin de campaña en Ohio, celebrado el lunes, fijó en el próximo martes 15 de noviembre el día en que hará un “gran anuncio”, que a todas luces será el de la confirmación de su tercera carrera hacia la Casa Blanca. Biden también amenaza con reeditar aquel duelo y optar a la reválida, pese a que ambos candidatos tendrán entonces 78 y 81 años.
La disputa de Arizona
Arizona, fue una de las zonas cero de la disputa por los resultados de 2020. Allí, donde Biden venció a Donald Trump por un estrecho margen, los cuatro candidatos principales del Partido Republicano secundan la teoría de la gran mentira del robo electoral.
En Arizona cayó también el primer premio a la estampa más preocupante entre las muchas que ha dejado esta campaña, una campaña en la que el debate sobre la posibilidad de una nueva Guerra Civil y la retórica de la democracia en peligro, agitada sin parar por Biden y otros líderes demócratas, han sido protagonistas de la nueva normalidad. En el condado de Maricopa, que incluye Phoenix y es el más poblado del Estado, varios votantes denunciaron hace una semana que se sintieron intimidados por la presencia cerca de un lugar de votación de hombres enmascarados, vestidos con equipamiento militar. Armados, tomaban fotos y videos de quienes iban a depositar su papeleta por adelantado. Mientras, Virginia ha estrenado una Unidad de Integridad Electoral, una iniciativa de su gobernador republicano, Glenn Youngkin, cuyo nombre suena cada vez con mayor fuerza como un posible candidato en 2024, y del fiscal general, Jason Miyares. En uno de sus condados, la presencia de agentes uniformados a un lado de las urnas también resultó intimidante en los días para el sufragio anticipado. Para sus defensores, medidas como esa son solo el peaje que hay que pagar para garantizar que el resultado electoral será de fiar.
La desconfianza en un sistema imperfecto se ha convertido en moneda corriente en la derecha estadounidense. Organizaciones ultraconservadoras por todo el país se han embarcado en las últimas semanas en demandas masivas para poner en duda los votos por adelantado. Esa estrategia busca incidir en el proceso por la vía del caos, esparcir las sospechas sobre quienes se expresan antes de la jornada electoral (que eran sobre todo los demócratas, antes incluso de que la pandemia alterara los hábitos) y retrasar el recuento, que se prevé largo y complicado.
La impugnación de decenas de miles de papeletas sirve además para consumir recursos y para aumentar la posibilidad de que cometan errores los funcionarios electorales, que, en Georgia, por ejemplo, están obligados a dejarlo todo para dedicarse a resolver sobre esas demandas según las reciben. Ese caos podría abonar el terreno para que se impugne el recuento. Ha sucedido en Pensilvania y Wisconsin, donde se han descartado miles de papeletas ya emitidas por una norma de última hora, así como en Texas o Míchigan. Allí, la candidata republicana a secretaria de Estado, Kristina Karamo, presentó una demanda para impugnar decenas de miles de votos por anticipado en Detroit, feudo demócrata. Este lunes, un juez desestimó la demanda porque no encontró “la más mínima prueba”.
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