La calidad de vida se ha convertido en una preocupación creciente en Latinoamérica. En países como Chile, Argentina, Colombia, Perú y México, cada vez más personas basan sus decisiones de compra en la búsqueda de bienestar. Esta tendencia ha impulsado la demanda de productos saludables y servicios enfocados en el monitoreo de la salud. El contexto detrás de este cambio tiene raíces profundas: la salud mental, el estrés laboral y las dificultades económicas y geopolíticas se han consolidado como factores que afectan de forma directa el bienestar de millones.
Según el estudio “Consumer Pulse Latam” realizado por Bain & Company, los consumidores latinoamericanos no solo se enfocan en mejorar su salud física, sino también su equilibrio emocional y financiero. En respuesta, las empresas se ven obligadas a transformarse, adaptándose a las nuevas exigencias del mercado que ya no solo valora lo funcional, sino lo que ayuda a sentirse bien y vivir mejor. Esta visión holística del bienestar también representa una oportunidad para dirigirse a un grupo que antes no solía ser prioridad: las personas mayores. El envejecimiento, en esta nueva narrativa, no significa pasividad, sino actividad, aprendizaje, experiencias y búsqueda de independencia.
La transformación en los hábitos de consumo no se limita a lo que se come o se bebe. Muchas personas se han propuesto objetivos claros para mejorar su calidad de vida. Perder peso es el más recurrente en toda la región, aunque en México, por ejemplo, dormir mejor se ha convertido en la principal meta. Seguirle el ritmo a un mundo acelerado y al mismo tiempo intentar cuidarse, ha llevado a que otros objetivos, como fortalecer la condición física, dedicar tiempo a la familia y trabajar la salud mental, se conviertan en prioridades para muchos.
Curiosamente, son los consumidores de ingresos bajos quienes más luchan por alcanzar estos objetivos, aunque cuentan con menos tiempo libre que aquellos con mayores recursos. Solo un 36% de ellos afirma tener momentos de ocio, frente a un 46% de los de ingreso alto.
En medio de todo este cambio, la tecnología ha tenido un papel esencial. La generación Z, por ejemplo, ha adoptado con entusiasmo las herramientas digitales para cuidar su salud: desde pedir medicinas a domicilio hasta consultas médicas en línea y plataformas de autodiagnóstico. Cuatro de cada diez latinoamericanos acceden a estos sitios, pero el 52% de los usuarios son jóvenes, mientras que apenas un 30% pertenece a los baby boomers. Esta brecha también se nota en el uso de servicios personales y sanitarios en casa, donde el 40% de los centennials los utilizan frente a apenas un 20% de los adultos mayores.
Los métodos para cuidar la salud se manifiestan en diversas prácticas cotidianas. Hacer ejercicio con regularidad, tomar vitaminas, acudir a chequeos médicos periódicos y consumir suplementos de proteínas son actividades cada vez más comunes, especialmente en países como México y Colombia, donde casi la mitad de los consumidores afirma realizar actividad física de forma constante. Además, la alimentación también está siendo modificada: se reduce el consumo de azúcar, grasas, gluten y sal, en favor
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