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El coraje de los galeses frustró a Suiza, que debió ganar, que arrancó como diésel. Pero mediada la segunda parte funcionaba a todo trapo a rebufo de Embolo, un potentísimo delantero de origen camerunés que por momentos pareció estar conformada con la argamasa de Weah y Ronaldo. Los helvéticos superaron la ronda de grupos en las tres últimas grandes competiciones, en los Mundiales de 2014 y 2018, también en la pasada Eurocopa, parecen mejorados, pero el empate les puede doler en un torneo corto en el que se pagan las concesiones.
En este estreno se dejaron dos puntos que tenían que haber sido suyos porque controlaron el juego, juntaron pases con una cierta parsimonia, pero encontraron la manera de acelerar y de poner en problemas a la zaga galesa, sufridora para detener a Embolo y Seferovic cada vez que recibían de espaldas a portería y metían cuerpo. Suiza encontró un veta por ahí porque además había crecido a través del pase, con una cierta rigidez, pero también con la precisión adecuada para no tener sustos a la contra y mover a su rival. Gales tuvo que correr mucho y durante muchos minutos pareció un equipo vecino al desastre. Pudo encajar gol cuando aún no iba mediada la primera parte, en un córner que el talentoso central Schär resolvió con un taconazo en el primer palo. El meta Ward, un suplente del Leicester, respondió con solvencia.
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Suiza fue paciente y abordó una tarea de demolición que creyó resuelta con un gol de Embolo, un testarazo que llegó también a la salida de un córner. Para entonces ya se había mostrado como un delantero complicado de sujetar, el chico recibía de espaldas y se manejaba con su cincelado corpachón para darse la vuelta, tirar la pelota al frente y retar a quien pudiese seguirle. Gales entró en pánico, acumuló hombres por dentro ante la amenaza y apretó los dientes para que el marcador le ofreciese alguna opción. Lo logró.
Asomó la vis competitiva de Gales cuando el equipo parecía desnortado. Bale, que siempre pareció al margen de lo que sucedía, había transitado hacia posiciones interiores y en bastantes ocasiones ya pedía el balón al pie como un mediocentro. No era Bale, sino otra cosa. El rebumbio parecía de consideración, pero Suiza perdió el hilo justo cuando debió sentenciar. Su técnico estuvo remiso en los cambios. O no tenía o no encontró quien le hubiese dado otra velocidad en ataque. Más bien pareció lo primero porque al final recurrió al delantero Gavranovic, que salió al campo como un avión. Pero lo hizo para buscar la victoria, no para sentenciarla porque Gales encontró el premio a su irregular empuje con un gol veinte minutos antes del final.
Moore, un delantero que cabecearía un baúl, empató para los galeses tras otro saque de esquina diseñado en la pizarra. Y Suiza debió de espabilar. Lo hizo con la entrada de Gavranovic, que pasaportó a la red el primer balón que tocó. Pero el videoarbitraje le situó al otro lado de la línea prohibida. En ese filo se movió para volver a estar en dos ocasiones más cerca del gol de la victoria. Pero Gales aguantó y celebró un empate que le supo a victoria, pero que por como se produjo arroja muy serias dudas sobre su potencial.