Suiza, rival de España en cuartos de final de la Eurocopa, tiene un problema futbolístico grave: se llama justicia social. Su producto interno bruto per cápita es el segundo del mundo, por detrás de Luxemburgo, y las posibilidades profesionales resultan tan amplias que los niños juegan por placer antes que por oficio.
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“Aquí el problema es que todos estudian”, explica Fabio Celestini (Lausana, 1975), que fue internacional por Suiza en 35 ocasiones, militó seis temporadas en la Liga con el Getafe y el Levante, y actualmente entrena al Luzern, de la Primera División helvética. “En Suiza todos los chicos alcanzan un nivel académico bueno porque saben que si salen de la universidad para ir a trabajar van a ganar más dinero que como futbolistas.
Notas que les cuesta dar el salto al profesionalismo, ese paso de la cantera al primer equipo. Porque claro, en el fútbol de máximo nivel se encuentran con que los fines de semana no pueden irse a tomar algo con sus amigos, no pueden comer lo que quieren, cuando hay pretemporada están aislados tres semanas y tienen que correr y sufrir físicamente. Entonces dicen: ‘Para qué?’. En Italia, España, Francia, Portugal… para muchos niños la única manera de tener un futuro decente no pasa por acabar el colegio sino por el fútbol”.
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Celestini advierte que como entrenador de club el bienestar de sus muchachos de la cantera le obliga a trabar con ellos una “batalla” para persuadirlos de enrolarse en el fútbol antes que en la industria financiera. “Aquí”, dice, “todos los jugadores que llegan a profesionales han pasado por un primer corte: decidir simplemente si tener un buen empleo y ganar más dinero que en el fútbol. Eso en los demás países no existe. En Suiza, en un banco vas a ganar inmediatamente tres veces más que con tu primer contrato como futbolista profesional. Eso tiene una consecuencia: cuando los suizos llegan a la selección absoluta no es porque les guste el dinero ni porque sean más talentosos que otros paisanos, sino porque son fanáticos del fútbol”.
Cuando los suizos llegan a la selección absoluta no es porque les guste el dinero ni porque sean más talentosos, sino porque son fanáticos del fútbol. Remo Freuler es un prototipo
”El prototipo, que conozco de Lucerna, es Remo Freuler”, señala el entrenador. “Es un chico que toda su vida supo que sería profesional. Le daba igual lo que pasaba fuera del fútbol. Él quería ser futbolista, llegaba antes a los entrenamientos, trabajaba como un loco, le decías cualquier cosa y la hacía. No tiene grandísimas concidiones, no es un volante fino de pies —no es un Pirlo— pero en determinación no le gana nadie. Y tiene un corazón grande como todo Suiza. Con ese hambre de ser futbolista ya le gana a otros que viven en la zona de confort. Porque aquí en Suiza es lo que teneos: ¡comfort zone!”.