Hace unos días se cumplieron catorce años de la tragedia de la Guardería ABC, en Hermosillo, Sonora, donde un incendio cobró la vida de 49 niños y dejó heridas graves a otros tantos. Esta dolorosa fecha ha vuelto a poner el foco en un tema que ha sido polémico y sensible para el país. Finalmente, después de años de lucha, la justicia ha empezado para las familias afectadas.
Es difícil imaginar el dolor que esta tragedia ha causado a las familias de las víctimas. Catorce años de luchar por una justicia que parece no llegar nunca. Por fin, el proceso ha empezado y quiénes son responsables tendrán que pagar por lo que hicieron. Sin embargo, no podemos olvidar que la justicia no borra el dolor, no devuelve a los hijos ni borra las cicatrices que quedan en el alma.
El camino ha sido largo para las familias de las víctimas de la Guardería ABC, han tenido que soportar la quiebra institucional que llevó a la impunidad de los responsables, por fin, pareciera ser que se está llegando a la verdad. Las audiencias se han llevado a cabo con respeto y dignidad, las víctimas y las familias han sido escuchadas y eso es algo esencial en cualquier proceso judicial justo.
La tragedia de la Guardería ABC es una cicatriz que no deben olvidarse nunca. El compromiso de todos es que estos hechos nunca vuelvan a repetirse, que la negligencia institucional no sea la norma, que la seguridad de los niños y niñas sea lo más importante. La lucha de estas familias debe ser un recordatorio permanente de que la justicia debe ser para todos, y que las vidas perdidas deben haber tenido algún impacto real en nuestra sociedad.
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