El proclamado Freedom Day (Día de la Libertad) ha sorprendido a más de medio millón de habitantes del Reino Unido, entre ellos su primer ministro, obligados a mantener cuarentena en casa. El ritmo de contagios de la variante delta del virus se duplica cada dos semanas, y el promedio diario de nuevos infectados supera ya los 50.000. Las muertes rondan las 30 diarias.
El sistema de localización y rastreo del Servicio Nacional de Salud (NHS, en sus siglas en inglés) ha provocado un caos en oficinas, comercios o servicios públicos, por el incesante número de personas que reciben el aviso de que han estado en contacto con alguien que ha dado positivo y deben aislarse durante 10 días en sus domicilios. Pocos de ellos tienen motivos para celebrar la llegada de este 19 de julio, en el que se han levantado el resto de restricciones sociales que seguían vigentes.
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En la madrugada de este lunes, más de 10.000 discotecas y clubes nocturnos han reabierto sus puertas y han acogido a miles de jóvenes que celebraban ante las cámaras el momento. Era una imagen alarmante, porque la mayoría de los menores de 30 años no ha recibido la pauta completa de la vacuna ―algunos, ni siquiera la primera dosis―, a pesar de los esfuerzos del Gobierno de Johnson por acelerar el programa.
Desoyendo la advertencia de centenares de científicos y personalidades médicas, el primer ministro ha seguido adelante con una decisión que tiene una mezcla de apuesta, obstinación ideológica y promesa política malentendida. Apuesta, porque Downing Street cree que debe aprovechar la ventana de oportunidad del verano para comprobar hasta qué punto la inmunización consigue controlar la pandemia a niveles soportables para el sistema público de salud.
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“Si no reabrimos ahora, con la ayuda que supondrá el cierre de los colegios, ¿cuándo seremos capaces de regresar a la normalidad?”, justificaba Johnson su decisión a principios de julio. Ideología, porque la presión del ala más dura y libertaria del Partido Conservador impedía al político dar marcha atrás. Y confusión en la promesa, porque del mismo modo que Johnson ha asegurado siempre que la vuelta a la normalidad sería irreversible, también se ha reservado el derecho a cambiar de criterio si los datos científicos eran contundentes.
Johnson, quien deberá mantener su aislamiento hasta el 26 de julio en la residencia oficial de Chequers, no ha cambiado este lunes ni un ápice la lógica de su planteamiento. “Cuando las vacunas ya previenen un número consistente de hospitalizaciones y muertes, las restricciones sociales no suponen una mayor ventaja ni beneficio. La pregunta, entonces, es: ¿si no ahora, cuándo?”, ha defendido el primer ministro.