Gabriela Adameșteanu es una novelista, periodista, ensayista y traductora rumana, editora por entonces de la sección de escritores clásicos del diccionario.
En realidad, Vidas provisionales debía haber sido su primera obra sobre la doble vida de dos amantes bajo el omnisciente aparato comunista, pero la aparcó hasta convertirse casi 40 años después también en una novela en torno a sátrapas caídos que socavaron las libertades en Rumania a lo largo del siglo pasado. “No tuve la intención de mostrar cómo se vivía durante el comunismo, sino más bien de describir mi vida cotidiana”, confiesa la escritora en una entrevista en Corbeanca, una pequeña localidad a las puertas de Bucarest.
Con una mirada profunda, la novelista incide en definirse como una simple narradora que novela el presente sin perder de vista la correlación histórica. Precisamente, con saltos históricos desde la Guardia de Hierro legionaria de Corneliu Zelea Codreanu y el antisemitismo de Horia Sima, pasando por el dictador militar Ion Antonescu ―el más fiel aliado de Hitler―, hasta la ejecución de Ceaușescu tras un juicio sumarísimo en la Navidad del 89, Adameșteanu relata una historia de amor secreta entre dos jóvenes a principios de los 70 en un ambiente cargado que la autora padeció en sus propias carnes: una institución cultural de propaganda comunista, bajo un sistema de censura y promoción política interna. Recrea con frescos la vida de este país de la Europa del Este durante el siglo XX, como en Una mañana perdida, una obra que se publicó cinco años antes de la caída del régimen. Gracias a la riqueza estilística en sus diálogos y sus alusiones a los tenebrosos momentos históricos, la crítica llegó a calificar a la autora como “el mejor oído de Rumania”.
El hilo conductor de Vidas provisionales pertenece a Letiția, una aspirante a escritora que mantiene una relación amorosa clandestina con Sorin en un pequeño apartamento prestado en la periferia de Bucarest, una urbe “verde antes, gris y desconchada ahora”, para evitar el espionaje chismoso que alentaba el estado policial. Pero ambos no solo ocultan sus encuentros amorosos, sino el verdadero origen de sus familias, en un universo delirante al que ambos están condenados a sucumbir. La protagonista esconde unos lazos familiares que pueden provocar una terrible implosión: un tío que fue secretario de Estado durante el Gobierno de Antonescu, condenado a una pena de muerte que se conmutó por una cadena perpetua; otro, espía de los ingleses; la persona que la crio, simpatizante de los legionarios; y su padre, opositor al régimen.
La nota precedente contiene información del siguiente origen y de nuestra área de redacción.