La invasión de Rusia a Ucrania llegó para retrasar la recuperación económica después del Covid. Lo que se pensaba como una invasión rápida de un par de semanas lleva ya casi siete meses en conflicto, lo cual, ha causado estragos a las cadenas de suministro de petróleo y productos agroalimentarios. La ayuda de la OTAN hacia Ucrania ha sido fundamental para que este país pueda contener la ofensiva rusa y poco a poco desplegarla de sus territorios.
Un nuevo espaldarazo de la UE a Ucrania en su resistencia a la invasión rusa. El Parlamento Europeo ha concedido este miércoles el premio Sájarov 2022, que reconoce la libertad de conciencia en el mundo, al pueblo ucranio representado en su presidente, Volodímir Zelenski. El galardón es no solo un símbolo del apoyo de la Unión a la ciudadanía de Ucrania, que resiste la invasión desde el 24 de marzo y los brutales ataques a su infraestructura civil y energética, también envía un mensaje de rechazo al presidente ruso, Vladímir Putin y a las autocracias. El tercero consecutivo: en 2020, el Sájarov premió a la oposición bielorrusa y el año pasado distinguió al opositor ruso encarcelado Alexéi Navalni.
“El mundo ha visto a los ucranios defendiendo heroicamente su país, su libertad, sus hogares y sus familias. Pero también han puesto en riesgo sus vidas por Europa para salvaguardar los valores en los que todos creemos: libertad, democracia y el estado de derecho. No hay nadie que merezca más este premio”, ha dicho este miércoles Roberta Metsola, presidenta del Parlamento Europeo, cuando ha anunciado el galardón.
Desde el éxodo de personas refugiadas huyendo de la invasión a gran escala rusa, la UE se ha volcado con Ucrania. El Sájarov premia el coraje y la resistencia de la ciudadanía a las bombas rusas, a aquellos que resisten y tratan de llevar a cabo una vida en unas condiciones durísimas, a los que trabajan para mantener a flote la economía y las que se han marchado con sus hijos escapando de la furia de las tropas del Kremlin, a la ciudadanía de Bucha, de la arrasada Járkiv, de la fulminada Mariupol. También a las personas mayores, sobre todo mujeres, que han pasado a vivir en los asfixiantes refugios antiaéreos de los pueblos más cercanos al frente. Todo, encarnado en Volodímir Zelenski.
El presidente ucranio ha crecido en el puesto. El antiguo actor cómico del que muchos recelaban cuando ganó las elecciones por amplia mayoría en 2019, con un discurso muy centrado en parar la guerra de Donbás y en luchar contra la corrupción y las élites oligárquicas del país (pese a que él mismo se apoyó en un oligarca para su campaña), se ha convertido en un símbolo del aguante frente a los ataques de las fuerzas de Putin. Zelenski, que ya viste el uniforme militar como una segunda piel para dar la idea de que está en permanente control de las tropas ucranias, pudo marcharse de Kiev el primer día de la invasión. Varios de sus aliados occidentales le aconsejaron salir del país tras el inicio de los primeros bombardeos a la capital y otras grandes ciudades, en la madrugada del 23 al 24 de febrero.
El Kremlin había pintado una diana en la espalda del presidente ucranio. Rusia tiene la prioridad de sustituir la cúpula política ucrania por un Gobierno títere y los servicios de inteligencia ucranios y occidentales advirtieron del riesgo para Zelenski y para su familia. El antiguo actor cómico no solo no se marchó sino que, aplicando toda la maquinaria de su bagaje en medios de comunicación, ha alimentado esa idea de resistencia con vídeos de discursos constantes desde su oficina en Kiev, desde puntos centrales de la capital, desde ciudades recientemente liberadas e incluso desde el frente.
Mensajes en los que Zelenski se dirige a la ciudadanía ucrania (a veces, a la rusa) y a los líderes mundiales a los que no deja de solicitarles nuevos paquetes de armas y defensa aéreas para hacer frente a la invasión que ha sacudido no solo Ucrania sino toda la arquitectura de seguridad Europea.
Creado en 1988, el premio Sájarov a la Libertad de Conciencia es el mayor concedido por las instituciones europeas. Debe su nombre a Andrei Sájarov, que fabricó la primera bomba de hidrógeno para la URSS. Posteriormente, consciente de los riesgos que su trabajo tenía para la humanidad, se dedicó a concienciar sobre los peligros que suponía la carrera nuclear de la Guerra Fría. Se convirtió en disidente y en activista por los derechos humanos. Esto le valió el Premio Nobel de la Paz en 1975.
Los ganadores del premio en su primera edición fueron el líder sudafricano Nelson Mandela y, a título póstumo, el disidente soviético Anatoli Marchenko, quien había sido presentado por el propio Sájarov. El año pasado, el Sájarov reconoció los esfuerzos de la oposición democrática bielorrusa al régimen de Aleksandr Lukashenko, en lo que puede leerse como otro recado, este indirecto, a Vladímir Putin, apoyo esencial para el autócrata de Minsk. El ganador del premio recibe 50.000 euros.
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