La despedida de las cookies de tercera parte se demorará un año más de lo previsto. Google justifica la decisión con el hecho de que todavía no está claro cómo hará la industria para seguir recopilando datos de los usuarios cuando el gigante tecnológico elimine estos archivos de rastreo de su navegador Chrome, el más usado del mundo (su cuota de mercado es del 70%). “Pese a los considerables avances realizados, resulta evidente que todo el ecosistema necesita más tiempo para llevar a cabo este proceso como es debido”, señala en un comunicado Vinay Goel, director de Ingeniería de Privacidad de la compañía de Mountain View.
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Las cookies (literalmente, galletas en inglés) son archivos digitales que se quedan en nuestros dispositivos cada vez que accedemos a una página web. Están entre nosotros al menos desde 1995. Pueden tener fines meramente técnicos, analíticos o publicitarios. Permiten, por ejemplo, que las webs que visitamos con regularidad recuerden nuestras contraseñas (esas son las llamadas “de primera parte”).
Pero son las cookies de terceros, las generadas por proveedores distintos a la página en la que se está navegando, las que han impulsado el desarrollo de la economía digital tal y como la conocemos. Gracias a estas líneas de código, las empresas pueden acceder a gran cantidad de información sobre nosotros. Como nuestra dirección, sexo, edad, número de IP (identificador único del dispositivo). Tipo de dispositivo desde el que nos conectamos, a qué hora y durante cuánto lo hacemos, dónde pinchamos o qué webs hemos visitado anteriormente.
“Debemos avanzar a un ritmo responsable, concediendo el tiempo suficiente para que se discutan públicamente las soluciones más idóneas y para que los editores y el sector publicitario puedan migrar sus servicios”, puntualiza la compañía. Google justifica la retirada de las cookies de terceros como una medida encaminada a proteger la privacidad de los usuarios. Fuentes del sector añaden que habrá influido también en la decisión el hecho de que los bloqueadores de anuncios como Adblock Plus o Ghostery, usados ya por el 30% de los internautas, están dejando obsoletas a las cookies.
En busca de una alternativa
“Al proporcionar tecnologías de protección de los datos personales contribuiremos, como sector, a evitar que las cookies sean reemplazadas por otras formas de rastreo individual y frenaremos el ascenso de técnicas encubiertas como la creación de huellas digitales”, asegura Goel en el comunicado de Google.
La apuesta de la compañía para rellenar el vacío tecnológico que dejarán las cookies de terceros es el llamado Privacy Sandbox. Fue presentado en 2019 como una “iniciativa abierta” cuyo objetivo es “encontrar soluciones para crear un ecosistema web próspero que sea respetuoso con los usuarios y privado de forma predeterminada”. La intención es que sea el navegador el que almacene y procese la información sobre cada usuario.
El elemento estrella de este sistema es el llamado FLoC (Federated Learning of Cohorts, o aprendizaje federado de cohortes). Se basa en hacer agrupaciones de usuarios en función de sus gustos y aficiones en base al historial de navegación de la última semana.
La clave, según Google, es que esas agrupaciones se harían de forma anónima, sin conocer la identidad de los individuos. Las cohortes tendrían al menos miles de miembros, de manera que sea complicado llegar a identificar a los individuos. El resultado, según la tecnológica, sería una fórmula válida para que las empresas puedan seguir dirigiendo su publicidad y los usuarios mantengan su privacidad.