“No soy tarada. Los tarados son ustedes”, asegura la actriz que protagoniza La vida inventada, el primer relato del libro de cuentos del argentino Nicolás Teté, que se inserta con Photoshop en fotografías de backstages, entregas de premios y material promocional para relanzar su carrera. “El teléfono volvió a sonar como antes, cuando protagonizaba la serie juvenil del momento, cuando era la huérfana más famosa de la televisión”, cuenta. No importa que la descubran: por unas horas su vida falsa es verdadera.
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A más tardar desde la expansión del ámbito de lo virtual, sin embargo, algo de la vida “verdadera” ha devenido falso, al tiempo que la vida “falsa” se volvía más y más “verdadera” gracias a las redes sociales y a los foros, a los comentarios en páginas web, la difusión y el consumo de bulos y la popularización de las tecnologías que hacen posibles la falsificación de imágenes y el deepfake.
No es necesario recordar que el relato de Teté (San Luis, Argentina, 1989) está inspirado en la historia real de Anna Allen, la actriz española que fingió haber estado en los Oscar en 2015. Los personajes de su libro son actores infantiles prematuramente fracasados, chicas que intentan llamar la atención de Woody Allen en una fiesta para obtener un papel en su nueva película, jóvenes que destruyen basureros por la noche y se convierten en fenómeno de internet, presidentes de clubes de fans que se disuelven.
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Todos anhelan la fama —incluso el escarnio, si los pone en la mente de alguien— y a veces la consiguen solo para descubrir que lo que necesitaban era otra cosa. Y en eso se diferencian de los de la argentina Mariana Sández (Buenos Aires, 1973), para los que la fama no es un problema. Un adolescente que tiene que compartir las vacaciones con la nueva novia de su padre, una joven actriz que sabe que sólo obtendrá papeles secundarios (“relleno, madrastra, novia”) y quiere un hijo; un divorciado que sigue enamorado de su mujer y fuma demasiado; una pareja de enanos que les enseñan que no todas las familias felices son iguales.
El realismo de estos relatos (a veces enrarecido y grotesco, pero nunca muy distante de “la realidad”), a los que podrían sumarse los de Balneario, el debut del activista medioambiental y restaurador José Fliman (Santiago de Chile, 1950), tiene su reverso necesario en la realidad que postulan Tierra fresca de su tumba, el nuevo libro de la boliviana Giovanna Rivero (Montero, 1972); Señales distantes, del mexicano Antonio Vásquez (Tucson, Estados Unidos, 1988); Tefra, de la colombiana Viviana Troya (Pasto, 1992), y Diecinueve garras y un pájaro oscuro, de la argentina Agustina Bazterrica (Buenos Aires, 1974), quienes continúan el repertorio de formas del cuento fantástico latinoamericano más tradicional y sus temas: la sordidez, la violencia, la enfermedad, el desarraigo, el cuerpo.
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Lecturas
‘Tierra fresca de su tumba’
Giovanna Rivero.
Candaya, 2021.
176 páginas. 15,20 euros.
‘Algunas familias normales’
Mariana Sández .
Compañía Naviera Ilimitada, 2021.
130 páginas. 8,25 euros.
‘Nada nos puede pasar’
Nicolás Teté
Blatt & Ríos, 2021.
100 páginas. 6,99 euros (e-book).
‘Tefra’
Viviana Troya.
Laguna, 2021.
92 páginas. 5,99 euros (e-book).
‘Señales distantes’
Antonio Vásquez.
Almadia, 2021.
129 páginas. 17,99 euros.
‘Diecinueve garras y un pájaro oscuro’
Agustina Bazterrica.
Alfaguara, 2020.
192 páginas. 7,99 euros (e-book).
‘Balneario’
José Fliman.
Cuneta, 2020.
89 páginas. 12,30 euros.