La maleta oscura con ribetes plateados en la que el 13 de agosto de 2018 se hallaron los restos de Heidi Paz estuvo presente durante todo el juicio en el que se condenó a su expareja a 15 años de prisión por haberla matado. Estaba ahí, en una esquina de la sala, como un testigo silencioso frente a un acusado que no paraba de hablar: César Román, el Rey del Cachopo. Cuatro años después, el cadáver que contenía esa maleta continúa en una cámara frigorífica a la espera de una orden judicial que permita a su familia cerrar por fin este capítulo. Algo excepcional, incluso en el caso de una muerte violenta.
Heidi, que cuando falleció tenía 25 años, nació en San Pedro Sula (Honduras), una de las ciudades más violentas del mundo. Allí es donde esperaba su familia que regrese para poder despedirse de ella y darle a sus restos la dignidad que trató de arrebaratle su asesino. En la sentencia se condenó a Román también por la profanación del cadáver por el trato vejatorio que dio a los restos. Las extremidades y la cabeza nunca fueron encontradas y el asesino extrajo sus prótesis mamarias para dificultar la identificación. En el paìs latinoamericano todavía vive una parte de su familia, incluidos sus hijos. “La repatriación está acordada ya con la Embajada desde hace tiempo, pero nos falta el permiso judicial para poder llevarnos el cuerpo, que probablemente se incinerará”, explica el abogado de la familia, Alexis Socías.
La entrega a las familias de las víctimas de una muerte violenta no está regulada de forma minuciosa, por eso depende en gran medida de factores como el desarrollo de la instrucción del caso o la sensibilidad de los jueces. En este caso, la defensa del Rey del Cachopo sostuvo una buena parte de su estrategia en sembrar la duda sobre la identificación del cadáver. Cuestionaron desde la prueba de ADN, hasta el color del torso. “En las fotos de Heidi, se ve que ella era negra y esos restos son blancos”, aseguró la letrada, Ana Isabel Peña, sobre un cuerpo descompuesto, al sol de agosto y lleno de sosa caústica. Una prueba genética confirmó el parentesco entre esos restos y la madre de Heidi.
El Rey del Cachopo alegó también en su escrito de apelación que se habían “vulnerado sus derechos fundamentales”. Esto puede ser un motivo más para que la jueza de la que depende la decisión haya preferido extremar las cautelas hasta que el condenado agote todas sus opciones. Hay que tener en cuenta que a Román aún le queda un último recurso ante el Supremo, que su abogada ha anunciado que agotará a pesar de la contundencia con la que los fallos judiciales han confirmado hasta ahora su culpabilidad.
“A efectos judiciales es una prueba más, pero para los allegados es su ser querido, así que a veces es difícil encontrar el equilibrio entre procurar las garantías de las partes y respetar las creencias y el duelo de la familia”, explica el juez José Antonio Vázquez Taín. El magistrado recuerda que fue criticado por lo contrario a esta situación, por permitir demasiado pronto la incineración de la niña Asunta, cuyos padres fueron condenados por su asesinato.
“Hay que saber cómo funciona este proceso y eso de las segundas autopsias es más de las películas americanas que de la realidad. Normalmente, si es necesario hacer una revisión basta con analizar las muestras que se recogen del cadáver en la primera. Pero con las técnicas actuales se puede saber hasta si el autor hizo presión en alguna parte del cuerpo por el estado en el que quedan las moléculas. Se sabe todo”, explica.
Taín justifica que algunos jueces también prefieren ser conservadores y esperar por si en el transcurso de los años aparece una nueva técnica forense que pueda aportar más respuestas. Esto ha sucedido en el caso del homicidio de Déborah Fernández-Cervera, que fue hallada muerta en Galicia en 2002 y cuyo cuerpo se exhumó el año pasado para someterla a nuevas pruebas que hace 20 años no existían. Gracias a esas técnicas, se ha podido extraer ADN de debajo de sus uñas.
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