En Bogotá el horror está viajando en carretas y bolsas de basura. Desde hace más de un mes la aparición de cadáveres con signos de tortura aterroriza a ciudadanos de distintos barrios de la ciudad. Los titulares se repiten con la misma fórmula pero con cambios de lugar: “La Policía halla un cuerpo en una bolsa plástica en el centro de Bogotá, en Teusaquillo, en San Cristóbal, en Engativá o Usme, hasta sumar al menos 12 muertos. El último hallazgo macabro ocurrió este jueves en la localidad de Kennedy, en el suroccidente de la capital colombiana.
Dos venezolanos, de 25 y 30 años, aparecieron muertos en una carreta, de las que suelen usarse para reciclaje. Las autoridades atribuyen los asesinatos a una venganza por las rentas del narcotráfico entre bandas criminales.
El comandante de la Policía de Kennedy, Luis Acosta, confirmó que los dos migrantes venezolanos, ambos con antecedentes penales, murieron por heridas de arma de fuego y presentaban golpes en el cráneo y en la espalda. Los cuerpos fueron abandonados en la madrugada por dos hombres y una mujer, que aún no han sido detenidos. Los vecinos del barrio alertaron a la Policía después de ver la sangre corriendo por la carreta.
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La ciudad apenas se recuperaba del impacto de otro caso similar. El del cadáver de un hombre hallado en una calle, envuelto en un colchón rojo, y asesinado con sevicia. La necropsia realizada por los forenses del Instituto Nacional de Medicina legal evidenció que tenía 161 heridas con arma cortopunzante. El informe concluyó que la muerte fue producto de actos de “extrema violencia y crueldad”, aseguró la Fiscalía.
La captura de dos hombres acusados de transportar y abandonar el cuerpo sin vida de un hombre, el pasado 27 de marzo, en el centro de la ciudad, llevó a la Policía a identificar la casa donde lo asesinaron y abrió una caja de pandora acerca del punto de partida de otros asesinatos. Se le conoce como la casa de los masajes o la casa verde, que resultó ser en realidad un centro de golpes y torturas, tal como se escuchó durante la audiencia de la captura. “Hay seis registros de noticias criminales que remiten a esta casa”, dijo la Fiscalía.
La existencia del lugar avivó una vieja discusión acerca de si en Bogotá existen o no las llamadas casas de pique, como se conoce a los lugares donde se descuartizan personas en Buenaventura, en el Pacífico colombiano. También elevó la magnitud del problema que enfrenta la capital, golpeada por un deterioro de la seguridad, que también se expresa en constantes hurtos callejeros con violencia.
Bogotá es una ciudad enorme, de siete millones de habitantes, y en ella confluyen decenas de bandas delincuenciales con estructuras criminales organizadas. Las autoridades relacionan estos asesinatos con algún encontronazo entre dos grupos. Marisol Gómez, concejala por Bogotá, dice que hay una correlación con el aumento de la producción de cocaína en Colombia. Según la ONU, aunque el número de hectáreas sembradas disminuyó un 7% en 2020, se produjo un incremento en la producción.
Los expertos dicen que hace falta que las autoridades golpeen también la capacidad financiera de esas estructuras. “La Policía y la Fiscalía no solo deben capturar a quienes transportan los cuerpos, que suelen ser habitantes de calle que se prestan para cometer ese delito, sino también a los que mataron, a los jefes que ordenaron que se torturara. Mientras no se detenga a los que dan las órdenes, esto va a continuar”, concluye Acero.
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