Vecinos del municipio gerundense en Salt de 32.000 habitantes sufren desde hace tres semanas una huelga indefinida de la treintena de empleados de la empresa concesionaria del servicio de recogida de basuras —Fomento de Construcciones y Contratas (FCC) Medio Ambiente—.
Para hacer frente a las montañas de residuos que se acumulan en contenedores y aceras, una parte de la población, comercios incluidos, ha estado guardando plásticos, cristales y cartón en casas y patios. Otros residentes han aprovechado sus desplazamientos a trabajar a otras localidades limítrofes como Girona o Vilablareix para cargar los restos en sus vehículos y depositarlos allí. A pesar de la insistencia del comité de huelga, por el momento no se prevé ni una nueva reunión de negociación, ni un acuerdo.
”Es el Ayuntamiento quien debe hacer algo, nosotros no podemos hacer nada, solo quejarnos. Lo que sí hemos hecho ya ha sido pagar la factura”, indica Joan, el marido de Tina, que lamenta que “parece que el Consistorio se lo está tomando un poco a la ligera porque todas las calles están sucias, no solo por bolsas de basura, allí por donde pases está lleno de hojas, de plásticos, de botellas”.
En Salt, una de las ciudades más pobres de Cataluña, con un 39% de población inmigrada y una evidente economía sumergida, los barrios no están afectados por igual. Depende de su densidad de población. Uno de los peores es el Centro, donde en apenas tres calles viven más de 11.000 personas, más de un tercio del censo total. En estas calles la acumulación de residuos y la pestilencia son permanentes.
Son muchos los vecinos que, concienciados de la situación de insalubridad, estas semanas de huelga se han estado guardando los residuos no orgánicos en casa. Los que no los han llevado a ciudades colindantes han aprovechado para deshacerse de los residuos las tardes de esta semana, cuando operarios con camiones de FCC de otras ciudades como Badalona han ido a Salt a vaciar las islas de contenedores en medio de un gran despliegue de los Mossos y de la policía local.
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Ling Long, del bazar El Corte Oriental, guarda en un pequeño almacén bolsas industriales llenas de plásticos a la espera de poder deshacerse de ellas, como después de quince días hizo con el cartón. También estuvieron guardando kilos de cajas de embalaje en el bazar del Carrer Major. “Acumulábamos tanto que tuvimos que cargarlo y llevarlo a otro sitio. Fuera de Salt”, explica Zengxia. Algunas vecinas cuentan que el miércoles, cuando vieron que por la tarde pasaban dos camiones por los contenedores, salieron a tirar lo que tenían en casa. Lo mismo hizo el párroco de la parroquia Sant Jaume, Fèlix Mussoll.
“La gente ya no quiere venir a Salt, y si está si de asqueroso, menos”
Albert, propietario del Restaurante L’Antull, reconoce que ha tenido suerte porque “al estar cerca de Centro de Salud recogen cada día los contenedores”. No obstante, como la papelera frente a su negocio no la vacían, lo hace él. “Los restos que caen ensucian y dan muy mala imagen, por eso cada día la vacío yo”, sostiene. También algunas vecinas del Barri Vell salen con sus escobas a recoger las hojas que se acumulan frente a sus casas. De nuevo permanecerán almacenadas unos días en sus patios.
Este jueves por la tarde estaba prevista una reunión de las cinco asociaciones de vecinos en el local parroquial para analizar las decisiones a tomar. Una responsable avanza: “No vamos a cargar tintas contra nadie, pero queremos soluciones”. Alguna de las asociaciones reivindica hace años que “el pueblo no está limpio”.
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