Bajo una antigua casa de Budafok se ocultan sirenas antiaéreas, tanto manuales como eléctricas. En los 300 metros cuadrados de un antiguo sótano, se erige un refugio que data de la Segunda Guerra Mundial, ahora convertido en un museo. Este espacio, que apela a la memoria histórica, ofrece un vistazo a los equipos de defensa aérea, civil y química de la Guerra Fría, así como a los artefactos del búnker nuclear de la plaza Mihály Pollack, que anteriormente albergó a la Radio Húngara.
Entre la colección se destaca un traje de máscara de gas para niños fabricado en Alemania, que a simple vista recuerda a un traje espacial. Artúr Csecserits, investigador de refugios y presidente de la Asociación para la Historia de la Fortificación, narra la desgarradora historia de cómo las madres sostenían bombonas de aire para ventilar estas máscaras, que los niños no podían usar por la fragilidad de sus pulmones.
Durante la Segunda Guerra Mundial, numerosos refugios fueron construidos, y la tendencia continuó hasta bien entrada la década de 1970. Csecserits señala que, incluso en los años ochenta, se seguían levantando estos puntos de conducción, cuyo estado actual plantea interrogantes sobre su supervivencia: “Están bastante deteriorados”, añade, refiriéndose a la escasa inspección y mantenimiento que han recibido desde 2005.
El panorama en Hungría es preocupante; los refugios, tras el cambio de régimen, fueron descuidados y pasaron a ser propiedad de municipios o condominios. La falta de inversión para su mantenimiento ha llevado a que muchos se encuentren en un estado deplorable, incapaces de cumplir su función original, lo que ha resultado en su transformación en gimnasios, locales de ensayo o apartamentos.
En contraste, Polonia ha tomado medidas diligentes para preservar su patrimonio. El país revisó su parque de refugios en un año, proporcionando un acceso integral a la información mediante una aplicación que permite a los ciudadanos conocer qué edificios albergan refugios, así como su capacidad y equipamiento.
La historia de estos refugios en Europa del Este revela no solo el legado de la Segunda Guerra Mundial y la Guerra Fría, sino también la importancia de proteger y conservar documentación y espacios que narren el pasado. Esta mirada hacia el pasado nos invita a reflexionar sobre la memoria colectiva y la necesidad de preservar la historia para las futuras generaciones.
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