Ser turista en tu propia ciudad puede resultar una experiencia verdaderamente enriquecedora. En la vibrante y compleja Ciudad de México, uno de esos lugares que merece ser explorado es el Cárcamo de Dolores, una joya arquitectónica y artística que ofrece un respiro del bullicio cotidiano. Accesible mediante el Cablebús, este rincón se presenta como una alternativa cultural ideal, especialmente durante las temporadas vacacionales cuando las avenidas se llenan de gente.
Ubicado en la segunda sección del Bosque de Chapultepec, el Cárcamo de Dolores es conocido formalmente como Cárcamo de Lerma, y alberga la monumental Fuente de Tláloc, diseñada por el célebre muralista Diego Rivera. Este espacio no es solo un homenaje al agua, titulado El agua, origen de la vida en la Tierra, sino también un tributo a los ingenieros que hicieron posible el innovador sistema hidráulico de la ciudad. La fuente, que presenta un diseño único, permite ser observada desde las alturas. Representa al dios mexica del agua, Tláloc, con dos rostros que simbolizan la conexión entre el cielo y la tierra.
Inaugurado en 1951, tras casi una década de construcción, el Cárcamo se convirtió en una expresión de arte y memoria histórica. Con un mural que abarca más de 200 metros cuadrados y que está parcialmente sumergido, se considera el único mural subacuático del mundo. Esta obra ha sido restaurada y ahora funciona como una sala interactiva del Museo de Historia Natural y Cultura Ambiental, enfocándose en la concientización sobre el cuidado del agua mediante el arte.
Para quienes deseen visitar este emblemático sitio, la dirección es Av. Rodolfo Neri Vela, Bosque de Chapultepec II Sección, C.P. 11800, CDMX. Los interesados pueden acceder a él bajando en las estaciones del Cablebús Los Pinos o Panteón Dolores. Los horarios de apertura son de martes a domingo, de 10:00 a 17:00 horas, y las tarifas son accesibles: 34 pesos para el público general y 17 pesos para estudiantes, profesores y niños menores de 13 años, mientras que la entrada es gratuita para menores de 3 años, personas con discapacidad y adultos mayores de 60 años.
Así, el Cárcamo de Dolores no solo representa un escape del ritmo acelerado de la ciudad, sino que además ofrece una mirada profunda a la historia y cultura de México, convirtiéndolo en un destino imperdible para redescubrir la belleza y el significado de nuestro entorno.
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