El juzgado de La Haya ha decidido no procesar a Felicien Kabuga, uno de los acusados de instigar el genocidio de Ruanda en 1994 debido a padecer demencia. Kabuga, quien se encontraba prófugo de la justicia durante 26 años, fue arrestado en mayo del año pasado en un suburbio cerca de París. El anciano de 87 años había estado escondido bajo una identidad falsa durante años y es considerado uno de los hombres más buscados por las autoridades internacionales de justicia.
El genocidio de Ruanda dejó alrededor de 800,000 personas muertas, en su mayoría tutsis y algunos hutus moderados. Kabuga, un empresario ruandés, fue acusado de financiar la emisora de radio incendiaria que desempeñó un papel clave en la incitación del genocidio. También se cree que fue uno de los principales organizadores logísticos detrás de la matanza de masa.
La noticia de que Kabuga no será juzgado debido a su condición de salud ha generado una gran indignación entre víctimas y sobrevivientes del genocidio, quienes esperaban que finalmente se haga justicia. La decisión del tribunal ha sido criticada por muchos como una admisión de falta de capacidad en el sistema judicial internacional para juzgar a sospechosos ancianos con problemas de salud.
Si bien la decisión del juzgado ha sido polémica, algunos expertos legales argumentan que es importante garantizar que los acusados reciban un juicio justo y adecuado, independientemente de su edad y salud. La pregunta ahora es cómo se garantizará que se haga justicia a las víctimas del genocidio de Ruanda y que se evite que algo así vuelva a suceder. La respuesta, sin duda, no es fácil.
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