La distrofia muscular de Duchenne es una enfermedad rara que provoca pérdida progresiva de masa muscular y que afecta a uno de cada 3.500 niños. El seguimiento de esta enfermedad incluye una prueba en la que el paciente debe caminar durante seis minutos por un pasillo de hospital bajo la observación de un médico. Sin embargo, los resultados de la prueba pueden verse alterados por múltiples circunstancias. Desde que los padres del menor hayan tenido que aparcar lejos del hospital, hasta que el niño esté irritable o haya dormido mal.
¿Cómo conseguir entonces la precisión que necesita una prueba de esas características y que es clave para que los enfermos puedan acceder a determinados tratamientos?
Para afrontar ese desafío, Ofir Arad, padre de uno de los pacientes y doctor en química orgánica, se puso en contacto con Sebastian Idelsohn, investigador en el centro tecnológico de Cataluña Eurecat. Necesitaban una solución tecnológica y, junto a la ingeniera biomédica Mireia Claramunt, investigadora también de Eurecat, se embarcaron en el proyecto con el apoyo de la comunidad de innovadores en salud digital EIT Health del Instituto Europeo de Innovación y Tecnología de la Unión Europea.
La solución la encontraron en la inteligencia artificial, aplicada a los datos recogidos por sensores que el médico puede consultar a través de una aplicación. Las pruebas para testear la tecnología se realizaron con pacientes del Hospital Sant Joan de Déu de Barcelona. “Hicimos un test con 30 pacientes con distrofia muscular de Duchenne y 30 niños sanos voluntarios de la Escuela de Maristas La Inmaculada (Barcelona) y confirmamos la puntuación que obtenemos con nuestra solución tecnológica es más sensible y robusta que la que hay actualmente con el denominado six minutes-walk test, que realizan bajo la observación de un médico en el pasillo del hospital”, explica Claramunt.
La clave está en la sincronización para la distrofia muscular de Duchenne
Los ocho tipos de sensores que lleva el paciente, y que detectan indicadores como la aceleración, el giro, el ritmo cardíaco y el movimiento y envían la información a la plataforma: es esencial que todos los datos lleguen en el mismo momento para que puedan ser analizados mediante la inteligencia artificial de la aplicación. Este fue uno de los principales retos tecnológicos de los investigadores, tal como explica su investigadora principal, aunque aún queda margen de mejora. “Con la aplicación vamos muy al límite del bluetooth, aunque el problema se ha ido mejorando con el bluetooth 5″, explica.
Una vez recibida la información, prosigue Claramunt, “la parte más compleja es tratar todos los datos crudos, interpretarlos y visualizarlos, obteniendo una puntuación global del test. Esta es la parte esencial, para que “los médicos puedan entenderlos y tener más control de que ha pasado durante la prueba”. El kit que entregan a los sanitarios incluye un móvil con la aplicación. Donde todo está anonimizado mediante un código para identificar a cada paciente, con el objetivo de “garantizar la seguridad y la privacidad”, explica la ingeniera.
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