Isabel Muñoz medita sumergiéndose en el agua. La sensación de ingravidez y el silencio parecen detener el tiempo. “Es mi forma de meditar, una sensación muy placentera pero también peligrosa”, apunta la fotógrafa barcelonesa de 70 años. También es su forma de trabajar en los últimos tiempos. Bucea para captar la belleza de los fondos marinos, el encuentro del cuerpo humano con la fauna subacuática, y para denunciar la invasión de los plásticos y la contaminación de los mares. La premio Nacional de Fotografía ha hecho del agua el motivo de su arte y de su vida, como pone de manifiesto la nueva instalación que se presenta este lunes en el Museo Lázaro Galdiano de Madrid, dentro de la programación de PhotoEspaña. Se titula Somos agua.
Durante la pandemia, Muñoz se sumergió en los tanques del Oceanogràfic de Valencia para captar la convivencia del ser humano con los peces, las medusas, las rayas… Lo hizo en compañía de una buceadora excepcional, la apneísta y también fotógrafa Ai Futaki, poseedora de dos récords Guinness al recorrer con una sola inhalación de aire, sin bombona,100 metros con aletas y 90 sin ellas.
“Siempre me meto en el agua, en el mar, en los tanques. Es la forma de acercarme a la naturaleza, de salvar la distancia que hay con el ser humano. Cuando hice la serie de los primates, necesitaba tocarlos; también me metí en el agua helada para las fotografías de los icebergs. He descubierto la naturaleza de esa manera. Y tengo que decir que los peces tienen mucho más conocimiento de lo que se suele decir y de lo que pensamos. Te reconocen. Había tres peces que en cuanto me veían me reventaban el plano. Les divertía. Los peces también chupan cámara. Cuando analizas los vídeos, te das cuenta de que miran a la cámara, parece que tienen conciencia y yo creo que la tienen”, explica por teléfono la artista, ganadora de dos World Press Photo.
La fascinación por la fauna marina y por los fondos abisales no ha eclipsado su interés por el cuerpo humano, que ha caracterizado la mayor parte de su trayectoria como fotógrafa. De hecho, está muy presente también en sus últimos proyectos a través de la participación de Futaki, y de otros buzos del acuario valenciano, el más grande de Europa. “Ai tiene una forma mágica de interactuar con el agua y con los peces que la habitan. Los propios peces la toman por uno más. Ella parece una bailarina creando una coreografía con los peces. Y con las medusas hubo momentos mágicos. Se metió en una, las tocaba, con la prevención que todos tenemos de que te pique”, detalla la artista.
Belugas y tortugas
Muñoz tiene ya otros proyectos subacuáticos en mente, como retratar a las belugas en mar abierto, registrar la suelta de tortugas o denunciar el problema de la desaparición de la posidonia en la isla alicantina de Tabarca. Cuenta también con Futaki para algunos de ellos. La buceadora japonesa es embajadora del medioambiente de su país y comparte inquietudes vitales y artísticas con la fotógrafa española, convertida en una activista de los océanos y convencida del objetivo común de dejar un mundo mejor para las generaciones venideras.
Una tarea muy complicada a tenor de los preocupantes datos que no cesan sobre los desperdicios de la sociedad de consumo. “En lo que llevamos de siglo XXI ya hemos consumido más plástico en el mundo que en todo el siglo XX. Somos más personas y tiramos cada vez más cosas. El fondo del mar es fascinante y desconocido; intentar descifrar ese misterio merece la pena. Pero para eso debemos cambiar lo que está pasando, detener la destrucción y la contaminación. Para eso tenemos que cuidar el agua porque todos somos agua”, concluye.
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