Georgia es famosa por sus melocotones, porque Ray Charles no conseguía quitársela de la cabeza y por las largas colas que se forman en las jornadas electorales en las zonas más pobres y más diversas, que son también las que contribuyeron al triunfo de Joe Biden en noviembre de 2020. Una ley estatal, aprobada en marzo por su Congreso, ilegaliza la distribución de agua o comida entre aquellos que esperan durante varias horas. La norma, impulsada por el gobernador republicano Brian Kemp, que defiende frente a sus críticos que “en realidad refuerza la integridad de las elecciones”, incluye decenas de otros cambios, como plazos más cortos para el sufragio por adelantado, endurecimiento de los requisitos para registrarse o menos horas para depositar la papeleta. Esos cambios, denuncian los activistas por la libertad del voto, están diseñados para privar de sus derechos civiles a las minorías. Minorías que suelen votar demócrata.
Georgia se ha convertido en el símbolo de una tendencia: según la entidad no partidista Brennan Center for Justice, referencia en la denuncia de la supresión electoral en Estados Unidos, 19 estados han promulgado entre el 1 de enero y el 7 de diciembre 34 nuevas legislaciones que restringen el voto.
Para frenar una oleada iliberal que la revista Atlantic considera en su última portada la expresión del “próximo golpe de Estado” de Donald Trump y sus seguidores, una estrategia pensada para alterar en 2024 las elecciones presidenciales, los legisladores demócratas de Washington quieren aprobar a tiempo para las legislativas del próximo otoño la Freedom To Vote Act (Ley de Libertad de Voto), sobre la que el presidente Biden ha advertido a los suyos que “no hay nada domésticamente más importante” que sacarla adelante.
¿Lo tienen difícil?
La votación está prevista para principios de enero en un Senado dividido: 50 contra 50. En realidad, los demócratas necesitan 60 votos, salvo que logren desactivar el filibusterismo, anacronismo de la política estadounidense con efectos más allá de sus pintoresca historia: en la práctica, hace necesaria una mayoría parlamentaria de tres quintos para cualquier avance legislativo relevante. Chuck Schummer, líder de la mayoría demócrata en el Senado, se mostró la semana pasada dispuesto a dejar sin efecto esa dinámica de bloqueo.
El senador Joe Manchin (Virginia Occidental), el más republicano de los demócratas, francotirador con fuego amigo del primer año de Biden, explicó en la misma entrevista con Fox News en la que dijo que no secundaría el ambicioso plan de gasto social del presidente (valorado en 2,2 billones de dólares y cuya votación está prevista también para principios de 2022), que no descarta apoyar una reforma del filibusterismo. Manchin también apoya la ley de voto, después de oponerse durante meses. ¿Y la otra senadora demócrata díscola, Kyrsten Sinema (Arizona)? Dice sí a la nueva ley electoral, pero no está por cambiar las normas de votación en la Cámara.
Biden, por su parte, declaró este fin de semana en una entrevista en ABC News que ante una ocasión trascendental para salvar su legislatura hará “lo que sea necesario”, incluyendo “una excepción sobre el filibusterismo”.
Si Biden logra salirse por una vez con la suya
Los 50 estados estarán obligados, entre otras cosas, a permitir a los ciudadanos votar por 10 o más horas al día, también de noche y en sábado y domingo, durante al menos dos semanas antes de la jornada electoral, que pasará a ser festiva por ley. La norma facilita el registro de los votantes y unifica los requisitos para su identificación y para el sufragio por correo, sistema sobre el que Trump arrojó en 2020 la sombra de la sospecha sin fundamento.
También permite votar a quienes hayan cumplido una condena de cárcel
Aumenta los controles sobre la procedencia del “dinero oscuro” en la financiación de las campañas y pone coto al gerrymandering, un complejo subterfugio que emplean políticos de ambos signos y permite la alteración de los distritos electorales con fines partidistas. Se bautizó a partir de Elbridge Gerry (1744-1814), quinto vicepresidente de Estados Unidos, que, para favorecer a un amigo, dibujó un distrito del Congreso con forma salamandra (y de ahí la segunda parte del neologismo).
“Todas esas reformas son extremadamente necesarias a la luz de los ataques antidemocráticos de los últimos años. Una estrategia que obviamente acentuó el asalto al Capitolio del seis de enero, y la Gran Mentira [del robo electoral] que han estado promoviendo Trump y sus seguidores”, explica Ricardo Ramírez, asesor del Brennan Center. Ramírez dice que en este marco urge también la aprobación de la Ley John Lewis de Derechos Electorales, cuyo debate ha sido torpedeado en varias ocasiones durante 2021 por los republicanos. Para justificar el tercero de esos bloqueos, Mitch McConnell, líder de la minoría republicana en el Senado, afirmó: “Mientras los demócratas sigan obsesionados con su agenda radical, nosotros seguiremos haciendo el trabajo que nos fue encomendado y cerraremos el camino a sus terribles ideas”.
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