Joe Biden obtiene decepción por parte de su gobierno no están de acuerdo en casi nada, pero este miércoles usaron el mismo adjetivo para referirse a lo que está pasando en la Cámara de Representantes: “Vergonzoso”. Por primera vez en un siglo, el partido mayoritario ha sido incapaz de elegir a un presidente de la Cámara en primera votación. El fracaso de la candidatura de Kevin McCarthy ha sumido a los republicanos en una situación caótica, de luchas intestinas, facciones, chantajes y boicoteos. Además, bloquea la actividad parlamentaria y sume en la parálisis al poder legislativo.
Los republicanos lograron una estrecha mayoría de 222 a 213 escaños en las elecciones legislativas del 8 de noviembre pasado. No hubo la marea roja (el color del Partido Republicano) que pronosticaba Donald Trump, pero sí que ha habido después marejada y una pesada resaca en las filas de su partido.
Ha habido primero una búsqueda de culpables, en la que muchas miradas se han dirigido a Trump. Las diferencias entre el expresidente y parte de los líderes del partido —en particular el del Senado, Mitch McConnell— parecen irreconciliables y llegan al insulto personal. La aparición de Ron DeSantis, gobernador de Florida, como probable alternativa a Trump ha agitado también las filas republicanas. Pero hasta la constitución del nuevo Congreso no había quedado patente de una forma tan descarnada la batalla de poder, de egos y de agenda en el seno del partido.
Trump se da cuenta de que el espectáculo perjudica al Partido Republicano y que pone en cuestión su capacidad para gobernar el país , pero eso no parece importar a los disidentes. El expresidente tuvo la réplica en el hemiciclo de la Cámara en la nominación de un candidato de los disidentes por parte de Lauren Boebert, que se refirió a él como su “presidente favorito”: “El [ex]presidente necesita decirle a Kevin: ‘Señor, usted no tiene los votos y es hora de retirarse”, dijo.
McCarthy se resiste a dar un paso atrás. “Voy a seguir hasta que ganemos. Conozco el camino”, dijo desafiante al abandonar el Capitolio el martes.
Kevin McCarthy, el candidato de la mayor parte del partido, ha liderado a los republicanos durante cuatro años, cuando estaban en minoría. Con la victoria de noviembre creía llegado el momento para hacer realidad su gran ambición: ser nombrado presidente de la Cámara de Representantes, la tercera mayor autoridad de Estados Unidos, segundo en la línea de sucesión presidencial tras la vicepresidenta, Kamala Harris.
McCarthy, sin embargo, ha perdido las primeras votaciones porque una veintena de diputados del ala dura de su partido han decidido boicotear su elección. Los díscolos no cuentan en realidad con un candidato alternativo viable. Han ido cambiando su voto entre otros, simplemente con tal de que McCarthy no saliese elegido. Los motivos para su rechazo varían. Hay un componente personal, un reparto de culpas por el relativo fracaso electoral y una censura de lo que consideran ha sido una oposición demasiado tibia hacia el presidente Joe Biden. Además, esa minoría exige imponer sus condiciones al grueso del partido.
El comité de acción política dependiente de los líderes del Congreso ha anunciado que no interferirá en las primarias republicanas, una de las demandas de los radicales. En las primarias del pasado año, ese comité financió en las primarias republicanas a candidatos moderados a los que veía con más posibilidades de vencer a los demócratas, lo que fue tomado por el ala dura como una afrenta. El compromiso de no intervenir era una más de las exigencias de los díscolos. En la carta del pasado domingo en la que rechazaban la última oferta de McCarthy, nueve miembros del Freedom Caucus reprochaban que ese asunto no se había abordado en absoluto.
McCarthy necesita que los rebeldes le voten porque su abstención acabaría dando la presidencia al candidato demócrata, Hakeen Jeffries. Los demócratas parecen estar disfrutando del espectáculo de ver a sus rivales enredarse en un embrollo para el que por ahora no encuentran salida, a tenor de las fotos con palomitas en el Capitolio que han tuiteado de forma burlona algunos de ellos. Así que por ahora nada apunta a otra hipotética solución: que los demócratas saquen las castañas del fuego a sus rivales con la abstención o ausencia de parte de los suyos.
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