En un relato nostálgico que transporta al lector a un pasado vibrante, se describe un fenómeno natural impactante: la lluvia incesante que provoca el desbordamiento del lago Xochiaca. En este escenario, la vida y la naturaleza se entrelazan en una danza sutil. La presencia de charales, con un aroma a gas que parece envolver el entorno, evoca una conexión profunda con el agua y su ecosistema.
La imagen de la luna sobre el lago revela un esplendor sereno, mientras que enjambres de moscas alucinan en su vuelo organizado, reflejando un ciclo de vida que se mantiene a pesar de la adversidad. La experiencia compartida de aprender a tocar a estas criaturas sin dañarlas subraya un entendimiento de la delicadeza y armonía que existe en la naturaleza.
Las reminiscencias de tiempos pasados se entrelazan con lo cotidiano, como el calor de los cariños y los momentos de intimidad que se vivieron en la orilla del lago. El dolor de la pérdida se manifiesta en la evocación del hogar perdido, evidenciado por la mención de la “interminable montaña pelona” que ahora ocupa el lugar donde una vez hubo agua.
Este poderoso contraste entre el recuerdo de un lago vibrante y la dura realidad de un cerro despojado invita a la reflexión sobre los cambios ambientales y la pérdida de espacios que, alguna vez, fueron fuente de vida y conexión.
La información que se presenta es fiel a su contexto original, aunque el ambiente y las condiciones han evolucionado. Para aquellos que se asomen a esta narración, permanece el eco de lo que fue: una naturaleza generosa y un espacio donde la vida se encontraba en su máximo esplendor. La historia, rica en imágenes y sentimientos, aúna nostalgia y un llamado a reconocer la fragilidad de nuestros ecosistemas.
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