Una jueza federal ha determinado que la administración Trump no puede realizar reducciones en el tamaño del Gobierno de Estados Unidos sin el consentimiento del Congreso, lo que refuerza la importancia de los procesos legislativos en la gestión del gobierno. Durante una audiencia celebrada en San Francisco, la jueza de distrito Susan Illston respaldó la posición de sindicatos y organizaciones sin ánimo de lucro al señalar que los despidos masivos que comenzaron el mes pasado son probablemente ilegales y causarán un daño significativo a la sociedad.
El 9 de mayo, Illston había impedido que varias agencias procedieran con despidos masivos durante un periodo inicial de dos semanas, además de exigir la reincorporación de trabajadores ya despedidos. Dicha orden expira el próximo viernes, pero la jueza ha indicado su inclinación a extenderla, con ciertas precisiones. “Las agencias no pueden llevar a cabo reducciones de personal ignorando flagrantemente los mandatos del Congreso”, comentó Illston, quien fue designada por el expresidente demócrata Bill Clinton.
Mientras tanto, la administración Trump ha solicitado a la Corte Suprema que suspenda la orden de Illston, argumentando que limita indebidamente los poderes constitucionales del presidente en relación con el control del poder ejecutivo. En la presentación judicial, el procurador general D. John Sauer afirmó que ni el Congreso ni el Ejecutivo han pretendido convertir a los burócratas federales en una clase con un empleo vitalicio, independientemente de la disponibilidad de trabajo.
Los demandantes advirtieron que una drástica reducción en las agencias federales podría resultar en consecuencias graves, incluyendo el desmantelamiento de programas esenciales como la asistencia en desastres, servicios de salud pública, inspecciones de seguridad alimentaria y esfuerzos de prevención de enfermedades contagiosas.
El presidente Trump ha instado a las agencias a eliminar funciones duplicadas, capas innecesarias de gestión y a reducir puestos no críticos, planteando la posibilidad de automatizar tareas rutinarias, cerrar oficinas regionales y disminuir la dependencia de contratistas externos.
Este panorama pone de manifiesto el delicado equilibrio de poder entre los diferentes sectores del gobierno y las consecuencias que podrían surgir a nivel público si se llevan a cabo cambios radicales en la estructura administrativa del país. Las complicaciones legales en torno a esta cuestión enfatizan la necesidad de revisiones cuidadosas ante cualquier intento de reestructuración gubernamental.
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