En el Estadio Olímpico del Tokio de agosto, de calor y humedad altísimos que revuelve y agita la lluvia, se disputan temprano, a las 10.30, con el sol quemando, las primeras series de los 200m femeninos.
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Es la agencia Reuters la que lanza la alerta. Tsimanouskaya ya no está en la Villa Olímpica, sino que permaneció primero en el aeropuerto de Haneda, en Tokio, a donde, denuncia ella a través de su Telegram y su Instagram, ha sido trasladada a la fuerza por los dirigentes del Comité Olímpico Bielorruso (COB), por haber criticado públicamente a los responsables del equipo de atletismo. Según el relato de la atleta a la agencia británica, los dirigentes del comité olímpico, cuyo presidente es Viktor Lukashenko, hijo del presidente dictador de la república, la obligaron a abandonar su habitación en la Villa Olímpica a las cinco de la mañana del pasado domingo, e intentaron obligarla a tomar un avión de vuelta a su país. Pero ella se negó a volar y alertó a la policía japonesa, que la protegió.
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Apenas 24 horas después, y tras una agitación tremenda y movilización del Comité Olímpico Internacional (COI), de partidos de la oposición en Japón y de la fundación bielorrusa de solidaridad deportiva, la atleta salió del aeropuerto, acompañada por algunos funcionarios del comité organizador de los Juegos y del Comité Olímpico Internacional (COI), y se dirigió a la embajada de Polonia en Tokio, que la acogió. “Hemos pedido ayuda a numerosos países”, dice un portavoz de la fundación. “Y el primero que ha respondido ha sido el consulado polaco”.