David Prior vuelve a demostrar tras la cámara que es uno de los talentos más superlativos del género. El episodio de David Prior para la galería de ‘curiosidades’ de Guillermo del Toro recupera el talento casi olvidado del mexicano.
Me pregunto si lo que pienso hacer en el texto que está usted leyendo es legal: voy a recomendar un episodio de una serie casi ignorando que hay otros siete alrededor. Me dijeron que en esta sección podía ser libre y yo he decidido explorar esa libertad. Algo así le debió de decir Guillermo del Toro a Netflix cuando preparaban El gabinete de curiosidades de Guillermo del Toro, la serie que el creador mexicano controla y apadrina.
Cual Alfred Hitchcock del siglo XXI, Del Toro presenta en persona cada episodio. Se trata de historias independientes unidas por un concepto común: ese gabinete de curiosidades que el director de La forma del agua actualiza y convierte en un catálogo de relatos de terror y misterio. La vitrina que expone rarezas exóticas y misteriosas muta en serie de televisión antológica en la que cada episodio tiene un equipo creativo distinto.
Se nota sin embargo que esos directores y guionistas, de Jennifer Kent a Panos Kosmatos, de David S. Goyer a Regina Corrado, se han ajustado a lo que podríamos llamar “el universo Del Toro”. Quizá demasiado. Duele un poco ver al siempre perverso Vincenzo Natali plegarse a la imaginería sanguinolenta pero infantiloide de Del Toro, que con la excusa creativa del “niño interior” (y la necesidad de que sus películas sean para todos los públicos) hace tiempo que no hace cine adulto.
Por eso se agradecen dos pequeños actos de llámalo libertad o llámalo rebeldía de dos de los directores de El gabinete de curiosidades de Guillermo del Toro: Kosmatos y, sobre todo, David Prior. Cualquiera que haya visto la fascinante The Empty Man: El mensajero del último día sabe que Prior es perfecto para este proyecto. También que sabrá cumplir sus dos requisitos: ser “fiel” a Del Toro y marcar su propio territorio. La autopsia es el episodio que David Prior dirige, sobre un guion de David S. Goyer que a su vez adapta un relato de Martin Shea.
Su retorcido cuento centrado en, efectivamente, una autopsia, se convierte en manos de Goyer y Prior en una exquisita asquerosidad capaz de saltar del gore a la metafísica en dos planos. Con un F. Murray Abraham sensacional y un sorprendente Luke Roberts, este episodio es quizá lo que Guillermo del Toro firmaría si no se hubiese convertido en una máquina de hacer dinero para Hollywood. Es posible que cuando a Prior le entreguen una superproducción de 250 millones de dólares se acaben las sobradas de La autopsia, imágenes e ideas que jamás habría imaginado yo en Netflix, plataforma cada vez más alejada del contenido no apto para niños.
Tiene gracia que sea Guillermo del Toro el que, por la puerta de atrás, nos haya colado algo tan diferente y estimulante. Asqueroso también, pero si uno se pone un episodio titulado La autopsia no sé si puede quejarse después de que ha visto sangre y vísceras. Y a F. Murray Abraham en pelotas. Lo siento, tenía que hacer el chiste. Llámalo libertad o llámalo mal gusto.
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