Alemania empezó a recopilar datos como la temperatura en 1881. Desde entonces, hace más de un siglo, no se tenían registros de un diluvio tan destructor como el que se llevó consigo las vidas de más de un centenar de personas en los Estados de Renania del Norte-Westfalia y Renania-Palatinado durante la madrugada del jueves. El alud de agua no solo ha tenido esa trágica consecuencia. A juzgar por las declaraciones de miembros del Gobierno alemán, la tromba de agua ha impulsado también el debate sobre uno de los temas políticos centrales en Alemania: el cambio climático.
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Los alemanes acudirán a las urnas el 26 de septiembre en los primeros comicios desde 2005 en los que Angela Merkel no busca revalidar su poder. Los conservadores del partido de la canciller, la Unión Demócrata Cristiana (CDU), y de su formación hermana, la CSU, se han topado en los últimos meses con un rival tradicionalmente pequeño pero del que al menos dos encuestas mostraron una imagen agigantada en mayo: los Verdes. Uno de los sondeos, publicado por el diario sensacionalista Bild, atribuía a los ecologistas y a su candidata de 40 años, Annalena Baerbock, el 27% de intención de voto, mientras que el bloque conservador quedaba a la zaga, con el 24%.
Aunque otra encuesta de junio devolvió el liderazgo a la formación de Merkel, el Ejecutivo alemán es consciente del tirón electoral de los Verdes y de su joven candidata. Este atractivo no es ajeno a la baza que representa su enfoque climático ni a sus críticas al Gobierno por no haber hecho lo suficiente para frenar el deterioro del medio ambiente, una tendencia que suscita una honda preocupación entre los jóvenes alemanes.














