La imagen política del primer ministro indio, Narendra Modi, está sufriendo un deterioro sin precedentes. Famoso por su capacidad de controlar el relato público, Modi y su partido nacionalista hindú, Bharatiya Janata (BJP), se enfrenta de pronto a una avalancha de críticas después de que hayan muerto miles de personas en la India por la falta de oxígeno y de camas de hospital en una virulenta segunda ola de la pandemia. Una mezca de exceso de confianza de las autoridades y una nueva variante más agresiva, que está causando 400.000 cotagios diarios y cerca de 4.000 muertos. La frágil situación ha desatado una oleada de críticas que no han gustado Modi.
Molesto por una serie de informaciones en los medios internacionales sobre la falta de preparación para la segunda ola de la pandemia de covid-19 y por los comentarios en contra de que haya permitido celebrar actos multitudinarios como el fesival Holi, que marca el principio de la primavera, o las críticas a que haya hecho campaña en las elecciones locales de cuatro Estados en momentos de colapso del sistema sanitario, el Ministerio de Asuntos Exteriores convocó la semana pasada una reunión de urgencia con los representantes de las Embajadas indias en todo el mundo y ordenó a sus diplomáticos que “presentaran una imagen apropiada” de los esfuerzos del Gobierno para combatir la pandemia.
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El ministerio incluso envió desmentidos oficiales a muchas publicaciones extranjeras. Aunque los mensajes no se referían específicamente a las acusaciones de incompetencia, el lenguaje era muy duro. En el caso del periódico The Australian, el ministerio le acusó de querer manchar la reputación de la India y calificó las informaciones publicadas de “sesgadas y malintencionadas”.
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