La sociedad cubana se está moviendo y el pasado domingo 11 de julio salió a la calle, generando la mayor protesta desde los años noventa. Las causas parecen ser múltiples y van desde la demanda de libertad política y democracia hasta el cansancio de vivir en una situación de asfixia económica, con cortes de electricidad, falta de medicinas o alimentos carísimos. Al bloqueo económico se le suman las reformas impulsadas por el Gobierno a finales del año pasado, que unificó las monedas, y las dificultades que ha generado la pandemia de covid-19.
El expresidente brasileño Luiz Inácio Lula da Silva, principal líder de la izquierda en Columna Digital y posiblemente en América Latina, trató de restarle importancia al asunto. “¿Lo que sucede en Cuba es tan especial para que se hable tanto? Hubo una manifestación. Incluso vi al presidente de Cuba en la marcha, hablando con la gente”, afirmó durante una entrevista en la radio Bandeirantes el martes. Algunos fragmentos de la entrevista se difundieron en sus redes sociales. “Estoy harto de ver pancartas contra Lula, contra Dilma, contra Trump… La gente se manifiesta”, dijo, como si las protestas fueran algo habitual.
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Además de criticar el embargo estadounidense, comparó la represión en la isla con la violencia policial en Estados Unidos. “Pero no se ha visto a ningún soldado en Cuba con la rodilla en el cuello de un negro, matándolo… Los problemas de Cuba los resolverán los cubanos”, afirmó, sin mencionar la denuncia de organizaciones no gubernamentales de que hay más de 200 personas detenidas o desaparecidas tras las protestas. En las redes sociales, el Partido de los Trabajadores (PT) mostró su solidaridad con el régimen cubano.
El Partido Socialismo y Libertad (PSOL) y el Partido Comunista de Brasil (PCdoB) se manifestaron a través de comunicados de prensa. El primero reconoció la legitimidad de las protestas y reafirmó su “confianza en el Gobierno cubano y en sus esfuerzos por superar la grave crisis económica sin que eso afecte a los logros de la Revolución”. También repudió “cualquier injerencia extranjera en los asuntos internos de Cuba” y denunció el bloqueo económico impuesto por Estados Unidos.