Cuentan que Enrique Peña Nieto, como presidente, a nada temía tanto como a la eventualidad de que durante su cargo (2012-2018) México fuera azotado por un seísmo. Claudia Sheinbaum, jefa de Gobierno de la capital mexicana, ha padecido terremotos, y sus ondas expansivas aún sacuden la carrera política de la más adelantada pupila de Andrés Manuel López Obrador.
La ciudad de México ha sido gobernada por la izquierda mexicana casi un cuarto de siglo de manera ininterrumpida. Desde el triunfo de ese ícono del nacionalismo que es Cuauhtémoc Cárdenas en 1997, la capital de la República inició la búsqueda de la personalidad propia que el priismo siempre le negó. En tiempos del partido autocrático, el Distrito Federal era un apéndice del gabinete, un territorio sojuzgado en donde no se elegían alcaldes ni gobernador. Los primeros eran delegados y el segundo fue llamado regente. El que gobernaba en la capital era, pues, el presidente.
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La sociedad chilanga, gentilicio de los capitalinos que pasó de ser despectivo a símbolo de orgullo, reclamó derechos y Cárdenas fue su primer gobernante democrático. Un cambio de época que era mucho más que el triunfo de unos ciudadanos: la izquierda llegaba al corazón de México para desafiar al rígido presidencialismo priista: el hijo del general Lázaro Cárdenas apenas si gobernó un par de años antes de buscar de nuevo la presidencia de la República en los comicios de 2000.