La crisis de salud mental entre los veteranos de guerra en Rusia está emergiendo como una problemática alarmante, eclipsada frecuentemente por las narrativas de heroísmo y sacrificio que suelen rodear a los conflictos bélicos. La invasión a Ucrania ha vuelto a destacar las dificultades a las que se enfrentan muchos excombatientes, que luchan no solo en el frente, sino también contra demonios internos una vez regresan a casa.
Un número creciente de veteranos muestra signos de trastornos psicológicos, que incluyen el trastorno de estrés postraumático (TEPT), depresión y ansiedad. Esta situación está siendo agudizada por la falta de apoyo adecuado y el estigma aún presente en la sociedad rusa respecto a los problemas de salud mental. Aunque el país ha tenido históricamente tasas elevadas de suicidio entre sus exmilitares, la ausencia de políticas efectivas y programas de asistencia se ha hecho más pronunciada en el contexto actual de la guerra.
El clima social y político en Rusia a menudo minimiza o ignora el sufrimiento de estos veteranos. La retórica utilizada por el Kremlin y varios medios estatales tiende a glorificar la guerra y silenciar las voces de aquellos que han padecido las consecuencias. De este modo, muchos veteranos se sienten excluidos, modificando su relación con una sociedad que permanece indiferente a sus experiencias traumáticas.
Además, se ha documentado un incremento en las denuncias de violencia y conflictos familiares, exacerbados por los problemas psicológicos no tratados. La transición a la vida civil no es sencilla para quienes han estado expuestos a la brutalidad del combate; muchos encuentran dificultad en reintegrarse, sufriendo cargas emocionales que afectan su calidad de vida.
Instituciones y grupos de apoyo han comenzado a emerger, buscando ofrecer la asistencia necesaria a quienes han servido. Proyectos de salud mental y terapias, aunque limitados, buscan marcar una diferencia en un panorama oscuro. Sin embargo, queda un largo camino por recorrer en términos de sensibilización y en la derrota del estigma que rodea las cuestiones mentales en la sociedad rusa.
Así, el desafío persiste: reconociendo que esta batalla, librada en silencio y muchas veces en soledad, es igual de crítica que las que se libran en el campo de batalla. La salud mental de los veteranos debe ser una prioridad; la desatención hacia ellos podría convertirse en un costo más pesado que los conflictos bélicos mismos. Al final, la retórica del sacrificio y la nacionalidad debe ir acompañada de una atención genuina a las necesidades humanas de aquellos que, tras haber dado tanto, regresan a una vida marcada por el trauma y la lucha.
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