Un día de septiembre de 1986, cuando Pedro Lemebel no era aún un autor conocido y su país seguía gobernado por Pinochet, el escritor chileno hizo una lectura memorable en una reunión de la izquierda clandestina en Santiago. Subido a unos tacones y con la cara maquillada, presentó un manifiesto político llamado Hablo por mi diferencia. “No me hable del proletariado”, exclamó. “Porque ser pobre y maricón es peor”. Crítico con la dictadura y con el capitalismo, pero también con el machismo de cierta izquierda, Lemebel esperaba que la democracia regresara a Chile. También se preguntaba qué espacio habría allí para homosexuales o travestis pobres como él. “¿Qué harán con nosotros, compañero?”, les preguntaba. “¿Tiene miedo que se homosexualice la vida?”. El manifiesto contraponía el concepto tradicional de hombría con el suyo: “Fue morderme las burlas / Comer rabia para no matar a todo el mundo / Mi hombría es aceptarme diferente”. Su propuesta era otra, más subversiva. “Hablo de ternura, compañero”. Novelista, artista cuentista y cronista, logró vivir la transición a la democracia en 1990 y convertirse en un autor de culto en Chile antes de morir, en 2015, a sus 62 años. Y ahora, 35 años después de aquella intervención, su inconformismo ha agarrado un nuevo impulso.