En poco más una década, el Magreb ha pasado de ser una región con una marcada estabilidad a una auténtica olla a presión. Al colapso institucional del vecino Sahel cabe añadir una severa crisis política interna en Túnez, un estado de guerra civil cíclica en Libia, y ahora también el grave deterioro de las siempre delicadas relaciones entre Argelia y Marruecos, los dos países que pugnan desde hace décadas por la hegemonía regional. La decisión de Argel de romper las relaciones diplomáticas con Rabat es fruto de la progresiva escalada de tensión experimentada durante los últimos meses, y no está claro cuánto durará y hasta dónde pueden llegar sus consecuencias.
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Tras la reunión del Alto Consejo de Seguridad argelino la semana pasada, la oficina del presidente Abdelmajid Tebún hizo pública una lista de agravios que, advirtió, llevarían a una “revisión” de las relaciones con Rabat. Entre ellos, el presunto apoyo de Marruecos a dos partidos opositores: el MAK, que defiende la independencia de la región amazig de la Cabilia, y el islamista Rachad, ambos clasificados como “terroristas” y a los que las autoridades acusan de estar detrás de la ola de incendios que ha asolado el país. Asimismo, Argel ha señalado al informe elaborado por varios medios internacionales que asegura que los servicios secretos marroquíes podrían haber hackeado los teléfonos de más de 6.000 ciudadanos argelinos con un programa de espionaje israelí, lo que confirmaría el supuesto complot de estos dos países contra Argelia.
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Sin embargo, los expertos consideran que hay razones más profundas detrás del conflicto actual. “El reconocimiento de la soberanía marroquí del Sáhara Occidental por parte de EE UU durante la Administración Trump ha alterado el statu quo del conflicto, algo que, sumado a la normalización entre Marruecos e Israel, ha echado leña al fuego de unas relaciones históricamente conflictivas”, afirma Haizam Amirah-Fernández, investigador del Instituto Elcano.
Desviar la atención
Horas después del anuncio de la ruptura, el Ministerio de Exteriores marroquí publicó un comunicado en el que calificaba la decisión de “injustificada” y basada en “pretextos falaces, e incluso absurdos”. En las redes sociales marroquíes se ridiculizó la asociación de Marruecos con los incendios en Argelia, e incluso con el linchamiento de un joven por una turba que lo confundió con un pirómano. En un artículo irónico, el conocido escritor marroquí, Tahar Ben Jelloun, escribe “es Marruecos quien alumbró los incendios en la Cabilia … y en Atenas, Estambul o incluso en California, todo el mundo sabe que los marroquíes son pirómanos redomados”. Por su parte, los analistas marroquíes argumentan que el verdadero objetivo de Argel es desviar la atención y la ira popular del conjunto crisis -política, sanitaria, ambiental- que se han ido acumulando este tórrido verano.
Impacto para España
En concreto, para España, la crisis podría dificultar la renovación del acuerdo trilateral que permite la llegada de gas natural argelino a través del gasoducto del Magreb, que caduca en otoño. En principio, la ruptura entre Argel y Rabat no debería afectar negativamente al reencuentro entre España y Marruecos, escenificado por el rey de Marruecos, Mohamed VI, en un discurso la semana pasada. De hecho, podría haber sucedido más lo contrario, que en previsión del choque frontal con Argelia, las autoridades marroquíes hubieran acelerado el deshielo con España para evitar tener abiertos sendos conflictos con los dos principales vecinos.
Ante tal envenenado contexto, se teme que la espiral de provocaciones pueda incluso desembocar en algún tipo de confrontación violenta. De momento, ya se han registrado movimientos de tropas en la frontera. “Si los dos regímenes no se calman, iremos rápidamente a un choque, limitado, pero armado. Después de todo, ¿es lo que quieren no?”, ha escrito en un tuit Ali Lmrabet, un periodista disidente marroquí. No en vano, hace años que ambos países se han enzarzado en una costosa carrera armamentística -en el último lustro, sus adquisiciones de armas han representado el 70% de toda África-, y los precedentes históricos sugieren que, a menudo, es para usarlas.