Tras un escrutinio agónico en Dinamarca, Mette Frederiksen, la primera ministra socialdemócrata, ganó las elecciones de este martes y tendrá la opción de gobernar con sus aliados tradicionales de centroizquierda o con una coalición que incluya al centro. El bloque de partidos de izquierda alcanza los 90 escaños que marcan la mayoría absoluta, en unos comicios en los que los mandatos reservados a los territorios autónomos de Groenlandia e Islas Feroe han resultado determinantes. “Entramos en la campaña con la promesa de formar una coalición amplia. Parece que es lo que han respaldado los daneses, y espero que podamos hacerlo”, ha declarado esta mañana Frederiksen, tras presentar la dimisión del Gobierno en minoría socialdemócrata a la reina Margarita II.
Frederiksen, de 44 años, ha defendido desde el inicio de la campaña electoral que su intención tras los comicios era formar un Gobierno que incluyera a partidos de ambos bloques tradicionales, algo que no sucede en Columna Digital escandinavo desde finales de los años setenta. Esa fue también la apuesta de Los Moderados del ex primer ministro Lars Lokke Rasmussen, un partido creado hace unos meses que se ha convertido en la tercera fuerza parlamentaria y que no se ha posicionado con el bloque azul ni con el rojo. Sin embargo, liberales y conservadores descartaron de plano la opción de sumar fuerzas con los socialdemócratas.
Tanto las fuerzas del bloque de centroizquierda como los moderados han mostrado su intención de que sea la primera ministra en funciones la encargada de liderar los contactos. Y varios de los aliados tradicionales de los socialdemócratas han instado a Frederiksen a formar un Gobierno que incluya exclusivamente a fuerzas del bloque rojo. Uno de ellos ha sido el Partido Social Liberal, la formación que precipitó la convocatoria de elecciones anticipadas al amenazar a Frederiksen con una moción de censura, por un escándalo político vinculado al sacrificio de millones de visones en otoño de 2020 por una mutación del coronavirus. A pesar de su descalabro (pierden nueve de los 16 escaños que tenían), los socioliberales reclaman un sitio en el futuro Gobierno. Las presiones del Partido Social Liberal y de Alianza Roji-Verde —la formación más a la izquierda del espectro político danés— pueden ser otro aliciente para que Frederiksen trate de sumar fuerzas hacia el centro.
Ante este escenario incierto, las negociaciones para formar Gobierno podrían prolongarse durante varias semanas. “Vamos a necesitar tiempo, y la cooperación va a ser más necesaria que nunca. Va a ser un proceso muy complicado”, declaró Frederiksen la madrugada del miércoles, tras confirmarse que el bloque rojo había alcanzado in extremis la mayoría absoluta. “Creo de todo corazón que con la crisis climática, la inflación, la guerra en Europa y una posible recesión de la economía europea, debemos dejar atrás las duras palabras de la campaña electoral y volver a la mesa de negociaciones”, agregó la mandataria.
Varias horas después de que hubieran cerrado los colegios electorales, no era Frederiksen quien emergía como la triunfadora de la noche, sino Rasmussen. Los dos sondeos a pie de urna, las últimas encuestas, y el inicio del escrutinio, situaban al bloque de izquierdas sin prácticamente ninguna opción de sumar 90 escaños, y al líder moderado en una posición privilegiada; sus 16 escaños le permitían dar el futuro Gobierno tanto a un bloque como al otro. Rasmussen se precipitó, al comparecer al filo de la medianoche para anunciar que los centristas “tendrán que ser escuchados en el Parlamento”. El líder moderado, ex primer ministro liberal durante dos periodos (2009-2011 y 2015-2019), evitó pronunciarse en campaña sobre a qué candidato apoyaría para ser primer ministro, y algunos analistas planteaban la posibilidad de que él mismo aspirara al puesto, una opción que quedó descartada en la recta final del escrutinio.
Como ocurrió en las elecciones suecas de septiembre, los sondeos a pie de urna erraron en sus pronósticos, al otorgar al bloque rojo entre 84 y 85 escaños. No solo eso. Con el inicio del escrutinio, dos canales de televisión anunciaron sus proyecciones del resultado: la diferencia entre ambos bloques se reducía a un único escaño, abriendo la puerta a que el grupo de partidos encabezado por los liberales obtuviera una representación parlamentaria mayor que el liderado por Frederiksen. Entrada la madrugada, la recta final del conteo alteró por completo el escenario. Con el 99,9% del voto escrutado, una proyección otorgaba al bloque rojo 86 diputados, la otra, 87. Esa diferencia de un diputado era crucial, si finalmente caía del lado conservador, el bloque azul tendría la opción de alcanzar la mayoría absoluta si lograba sumar a Rasmussen a su causa. Unos minutos después, estalló el júbilo en los cuarteles de campaña de los partidos de izquierda.
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Aun así, la victoria no estaba aún confirmada. En Islas Feroe, un candidato partidario de cada bloque había resultado elegido, pero Groenlandia todavía no había asignado sus dos escaños. Sin embargo, las encuestas y el inicio del conteo en los colegios groenlandeses dejaban claro que sus dos actas de diputado iban a ser para partidos progresistas. A primera hora de la mañana del miércoles, se confirmó que el bloque encabezado por Frederiksen sumaba 90 de los 179 escaños.
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