La zozobra vírica sigue y seguirá ahí un tiempo más, pero 2021 pasará a la historia como el primer año de la recuperación pospandemia. Tanto en lo macroeconómico como en los parqués: la suma de todas las Bolsas del mundo vale hoy el doble que a mediados de marzo de 2020, unos días después de que el estallido sanitario obligase al mundo a replegarse sobre sí mismo. Los mercados se hundieron en previsión de lo que estaba por venir, la mayor recesión sincronizada de la era moderna.
Sin embargo, en el año y nueve meses transcurrido desde entonces el panorama ha cambiado por completo: tras el naufragio económico provocado por los confinamientos —y el consecuente zarpazo sobre las cuentas de resultados—, la renta variable ha aprovechado el rebote en todos los indicadores para brillar de nuevo con luz propia. Ni el susto estival de la variante delta de la covid-19 ni el de la ómicron en este tramo final del año han sido capaces de dar al traste con una tendencia claramente alcista en el largo plazo.
La sanación de las heridas económicas
Aún es incompleta en varios de los principales países a uno y otro lado del Atlántico —España es el mejor ejemplo de ello—, pero episodios de volatilidad al margen los inversores en acciones viven días de vino y rosas. En 2021, los beneficios empresariales han volado alto y el principal índice de la de Nueva York, el S&P 500, ha cerrado el año con una ganancia acumulada que roza el 30% desde el pasado 1 de enero.
La entrada a espuertas de dinero en el mercado ha permitido, además, que batiera su récord histórico en una de cada cinco sesiones del año, un hito que no se alcanzaba desde 1994. Aunque también notables, el desempeño ha sido algo más tímido en Europa: el Eurostoxx, que reúne a las 50 mayores cotizadas del continente, escala más de un 20%; el FTSE Mib italiano se anota un 23%; el Dax alemán repunta un 16%; y el Ibex 35 español, un magro 8%. De entre los grandes selectivos del continente, el Cac francés es el que mejor lo hace: sube un 29% en el año.
Con la inflación subida de tono y los bancos centrales empezando a tensar la cuerda de la política monetaria
La balanza entre renta fija y renta variable se está decantando claramente en favor de la segunda. El contraste, de hecho, no podría haber sido mayor en el ejercicio que está por terminar: de unas Bolsas en máximos —la española es, un año más, la gran excepción a la regla— a unos mercados de bonos que han cerrado su peor año en más de dos décadas. Nada hace presagiar, además, un cambio de tendencia en los próximos meses, en los que la plana mayor de las gestoras de fondos de inversión y pensiones, los grandes nombres de la banca mundial y las casas de análisis apuestan por las acciones en detrimento de la deuda o la liquidez.
Como recuerdan los analistas del banco de inversión suizo UBS, el cóctel de una inflación claramente al alza —en España ha cerrado 2021 en su pico máximo en tres décadas, una tendencia generalizada en los países ricos y emergentes— y rendimientos de la deuda pública y privada en mínimos históricos solo puede traducirse en una destrucción de riqueza para quienes depositan su dinero en bonos de alta calidad o, en el peor de los casos, en efectivo. “Para proteger sus ahorros de la inflación, los inversores deben optar por las acciones, que en este entorno ofrecen una ventaja respecto a otras clases de activos”, remarcaba en la misma línea Nigel Bolton, codirector de inversión global y máximo responsable de renta variable europea de BlackRock, en una reciente nota para clientes.
El listón de las Bolsas está alto y superar el año entrante la cosecha de 2021 no será sencillo
Pero las razones de los optimistas permanecen intactas. Primero, porque como recuerda Joachim Fels, asesor económico global del gigante estadounidense Pimco, el daño económico de cada nueva ola del virus cada vez es menor gracias a la vacuna. Segundo, porque la banca y los valores más expuestos al turismo y los servicios, los más vapuleados en un 2020 aciago, no pueden sino mejorar en un entorno de tasas de interés moderadamente al alza y menores restricciones a la movilidad. Tercero, porque tanto las cadenas globales de suministro como los precios de la energía, los dos mayores quebraderos de cabeza de los últimos tiempos para las compañías industriales y de distribución, empiezan a dar señales de distensión.
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