La Cámara de Representantes de Estados Unidos sigue sin poder realizar sus funciones junto con la nueva legislatura, debido a la rebelión por parte del partido republicano. El candidato a presidir la Cámara, Kevin McCarthy, ha ofrecido nuevas concesiones a los parlamentarios ultraconservadores, pero sigue sin mostrar su apoyo. La elección del speaker es el primer paso imprescindible para que los representantes juren su cargo y la Cámara se ponga en marcha, pero los diputados ultra han boicoteado la elección de McCarthy en siete votaciones consecutivas en un espectáculo no visto en los últimos 100 años.
La Cámara levantó la sesión el miércoles hasta el mediodía de este jueves en Washington (las 18.00 horas en la España peninsular). McCarthy y sus aliados han aprovechado los recesos para negociar con los díscolos, pero al comenzar la sesión de este jueves sigue sin tener el camino despejado. Los diputados ultras han vuelto a proponer un candidato alternativo, que al empezar la votación ya ha logrado los suficientes apoyos para frustrar de nuevo la elección del líder republicano.
Las nuevas concesiones que ha ofrecido debilitarán aún más la posición de McCarthy aun en caso de resultar elegido y darán más poder al ala derechista del partido, que está aprovechando la estrecha mayoría de que disponen los republicanos (222 de los 435 escaños) para imponer sus condiciones.
Pese a que el expresidente Donald Trump hace llamados de atención para que apoyen a McCarthy, estos parecen hacer caso omiso. La autoridad que llegó a tener Trump sobre los suyos se ha difuminado y los republicanos están dando una imagen de división y caos que pone en cuestión su capacidad para gestionar la mayoría que lograron en la Cámara de Representantes. Los republicanos, con Trump al frente, suelen proclamar que su objetivo es limpiar “la ciénaga”, como se conoce a Washington en doble sentido: por estar en parte construida sobre una y por los tejemanejes políticos, de poder y corrupción. Pero ahora son ellos los que están enfangados hasta el cuello.
Las concesiones de McCarthy
Entre las nuevas concesiones que está dispuesto a hacer McCarthy está la de que baste con que un solo representante de los 435 lo pida para que se le someta a una moción de censura para destituirlo, como pedía el llamado Freedom Caucus (Grupo de la Libertad), la facción más derechista de los republicanos y que está acostumbrada a ir por libre. Esa espada de Damocles permanente sobre su cabeza debilita a McCarthy en el ejercicio de su posición de líder. Además, el candidato está dispuesto a otorgar al Freedom Caucus una representación muy por encima de la que le corresponde en una de las comisiones con más poder de la Cámara, la que regula los procedimientos y de la que depende qué leyes se someten a votación y otras decisiones relevantes.
En paralelo, el comité de acción política dependiente de los líderes del Congreso anunció que no interferirá en las primarias republicanas. En las del pasado año, ese comité financió a candidatos moderados a los que veía con más posibilidades de vencer a los demócratas, lo que fue tomado por el ala dura como una afrenta. El compromiso de no intervenir era una más de las exigencias de los díscolos. En la carta del pasado domingo en la que rechazaban la última oferta de McCarthy, nueve miembros del Freedom Caucus reprochaban que ese asunto no se había abordado en absoluto.
Con todo, esas concesiones no han bastado por ahora para desbloquear la situación. McCarthy querría aplazar nuevas votaciones hasta avanzar en las negociaciones, pero un grupo de los rebeldes republicanos no quiere concederle ni siquiera esa baza y prefieren humillarle con una derrota tras otra.
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