La Unión Europea nunca está tan dividida como cuando trata con líderes autoritarios de países grandes, como Xi Jinping, Vladímir Putin y Recep Tayyip Erdogan. En teoría, Alexandr Lukashenko debería constituir un problema mucho menor. Bielorrusia es un país relativamente pequeño, con menos habitantes que Bélgica. Su PIB es inferior al de Luxemburgo. De los diversos hombres fuertes de la frontera de Europa, Lukashenko probablemente sea el menos inteligente, pero eso no lo convierte en menos peligroso.
Aun así, a la Unión Europea le va a resultar extraordinariamente difícil encontrar la respuesta adecuada al intolerable acto de piratería aérea del bielorruso, a no ser que proceda con un grado de planificación estratégica que no la caracteriza. Antes de nada, deberíamos preguntarnos qué queremos conseguir: ¿perseguimos un cambio de régimen? ¿Queremos evitar una unión política entre Rusia y Bielorrusia? ¿Nos proponemos tan solo mandar una señal de que el secuestro de un avión constituye una violación inaceptable de la seguridad de la UE? Los tres objetivos pueden ser legítimos, pero para alcanzarlos harían falta instrumentos diferentes.
No veo el sentido de prohibir los vuelos, ya que es difícil que Lukashenko repita la misma maniobra. El veto aéreo afecta más a los políticos de la oposición que al presidente bielorruso y su círculo próximo. Lukashenko sigue permitiendo viajar libremente por aire. Las carreteras hacia las vecinas Polonia y Lituania están cerradas debido a la pandemia. La decisión de Rusia de tomar represalias prohibiendo los vuelos de la Unión Europea que evitan Bielorrusia con un rodeo nos dice que debemos pensar que Rusia y su vecino están actuando como aliados estratégicos. La reunión del sábado entre Vladímir Putin y Lukashenko reforzó su vínculo. Están juntos en esto.
El Consejo Europeo ha pedido a la Alta Representante que elabore una lista de sanciones. Se habla de ampliar las restricciones comerciales ya existentes, así como de una respuesta más extrema, consistente en excluir a Bielorrusia del sistema internacional de pagos. Me temo que ambas medidas arrojarán a la antigua república soviética a las manos de Putin si no van acompañadas por sanciones contra la propia Rusia. Para empezar, Rusia es el principal socio comercial de su vecino, con un 50% de participación, mientras que la Unión Europea solo representa el 18%. Un embargo comercial no tendría la magnitud suficiente para provocar un cambio de régimen, pero sí para que Lukashenko y Putin acelerasen su incipiente proyecto de unión política. Las sanciones económicas han demostrado ser un instrumento diplomático eficaz contra Irán, pero no debemos esperar que funcionen de la misma manera con Bielorrusia. Puede que Lukashenko no sea inteligente, pero sabe a quién recurrir en caso de problemas. Si la UE impone sanciones económicas, su única opción es alinearse con Putin y reforzar sus lazos con China.
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