Viola Ford Fletcher tenía siete años cuando un hombre pasó delante de su casa en el barrio de Greenwood, en la ciudad de Tulsa (Oklahoma), gritando a todo el mundo que se marcharan porque “los blancos estaban matando a todos los negros”. Era la noche del 31 de mayo de 1921. En cuestión de horas, durante la madrugada del 1 de junio, una turba de blancos saqueó e incendió los negocios de los afroamericanos. Según los cálculos de los historiadores, 300 personas murieron y otros centenares resultaron heridos. Las llamas destruyeron 35 manzanas y 8.000 residentes del distrito quedaron sin hogar.
Fletcher aún recuerda con lucidez las imágenes de sus vecinos recibiendo disparos, sus cuerpos sin vida en la calle, el fuego consumiendo las iglesias, los negocios y los edificios. “Aún puedo oler el humo”, aseguró este 19 de mayo ante un comité del Congreso en Washington.
El barrio atacado esa noche era conocido como el Wall Street Negro. Veteranos de la I Guerra Mundial, profesionales y artesanos —descendientes de esclavos— habían logrado levantar un segregado pero próspero distrito en el que vivían cerca de 10.000 afroamericanos. Era un oasis donde la comunidad negra podía acariciar el sueño americano en una época en la que aún eran comunes los linchamientos.
El detonante de la masacre fue un hecho banal en el ascensor de un hotel en el centro de Tulsa el 30 de mayo. Dick Rowland, un limpiabotas negro de 19 años, coincidió en él con Sarah Page, blanca, de 17. Según determinó una comisión oficial sobre la matanza, establecida en 2001 por el Estado de Oklahoma, el joven negro tropezó al salir del ascensor, lo que provocó que pisara el pie de la chica blanca, que profirió un grito probablemente involuntario.
Varios testigos afirmaron después haber oído gritar a una mujer blanca y a un joven negro escapar corriendo, un relato del que los medios locales de la época dedujeron que el adolescente afroamericano había agredido sexualmente a Page. Ese mismo día, cientos de hombres blancos armados se congregaron fuera del juzgado donde estaba detenido Rowland. Algunos de ellos habían sido reclutados por el Ayuntamiento de la ciudad y por las autoridades del Estado de Oklahoma. Un número inferior de hombres negros, también armados, acudieron al lugar para evitar que lincharan al joven Rowland. Un disparo entre la multitud desató el caos que se trasladó a Greenwood. La violencia se prolongó durante 24 horas.
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