El presupuesto ha servido para poner en evidencia, una vez más, la debilidad del bloque de los partidos independentistas. Más de allá de la eterna pugna entre ERC y Junts, las negociaciones afloran las grietas en el seno de la formación que preside Carles Puigdemont. Desde Waterloo, donde esquiva a la justicia española, el expresident marca los caminos de un partido en el que el único nexo real es el culto al líder y las convicciones independentistas. En la acción política, por otro lado, reina la polifonía y viejas rencillas del pasado hacen cola para cobrarse. Turbulencias que minan la acción del Govern.
La oposición de una parte de Junts
En Comú Podem sea el socio presupuestario (tras el fracaso con la CUP) fue tan estruendosa que era imposible negar el disenso. Las filas republicanas están lejos de ser monolíticas pero cuando suena el silbato (casi siempre) el silencio se impone. En Junts siempre gana la incontinencia.
El choque por los presupuestos, según varias fuentes consultadas, llevó a dibujar dentro del partido un eje más posibilista, que prima tener las cuentas en pleno periodo de recuperación. En lo que respecta al Govern, allí están, además del consejero de Economía, Jaume Giró, y la de Universidades, Gemma Geis, el vicepresidente Jordi Puigneró.
A este grupo, en la trinchera de la realpolitk, se enfrentan los que reniegan del acercamiento con los comunes, en donde estarían, entre otros, los diputados Elsa Artadi y Joan Canadell. Se repite la división vivida tras las elecciones autonómicas (aunque no exactamente con los mismos protagonistas), entre quienes creían que se estaba tensionando en demasía con la investidura de Pere Aragonès y los que defendían que era posible seguir apretando. En el pleno del pasado 29 de noviembre, la luz verde a la tramitación, varios diputados de Junts evitaron aplaudir la intervención de Canadell en la que alertó del riesgo de un Govern “autonomista” de ERC, el PSC y los comunes.
puigdemontismo
No se puede dudar del puigdemontismo o de la convicción independentista de los miembros de ambos bloques. La selección del socio alternativo respondió a la necesidad de actualizar las cuentas y la imposibilidad de aceptar los planteamientos maximalistas de la CUP en el plano nacional, como la celebración sí o sí de un referéndum sobre la independencia en esta legislatura. El argumentario oficial de Junts es que el grueso de las cuentas es el resultado del trabajo de Giró y su equipo, es decir unas cuentas de Junts. Pero ahí cada uno decide qué coletilla agrega.
Toda la situación vuelve a poner en el punto de mira al secretario general del partido, Jordi Sànchez. El grupo más reacio a la investidura cargó contra él en su día por cerrar “en falso” y en el último minuto un acuerdo con Aragonès. Un 83% de los militantes dio su visto bueno. Pese a que Sànchez públicamente se expresó en contra del pacto con los comunes, su gestión enfada por igual a ambos bandos. Un posible relevo, con las elecciones municipales en el horizonte, se complica. Artadi, por su parte, gana al minar la candidatura de Ernest Maragall a la alcaldía de Barcelona. ERC se oponía a las cuentas de Ada Colau y ahora las facilitará, como contrapartida por las catalanas.
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