Si hay algo que diferencia este momento del resto de momentos desde el invierno de 2020, es la vacuna. Es la razón principal de que ante la explosividad de este sexto pico pandémico —que solo en los últimos siete días deja en Madrid 74.031 contagios— el número de enfermos y fallecidos no hayan crecido, hasta ahora, de la forma en la que lo hicieron meses atrás, aunque aumentan de forma ininterrumpida y cada vez con mayor celeridad. Siempre con la incertidumbre como única certeza, los expertos creen que la Comunidad podría alcanzar la próxima semana el pico de esta ola, aunque aluden a que hay que tener en cuenta los desajustes que pueden provocar los días festivos: tanto en las nuevas infecciones que se están dando por la crecida en las interacciones sociales, como en la detección y notificación de esos contagios.
La comparación que el pasado martes hizo en rueda de prensa el viceconsejero de Salud Pública, Antonio Zapatero, mostraba las diferencias entre la tercera, la quinta y la sexta ola. Mientras que el en el máximo de la ola del pasado invierno se registraron 7.879, de los que ingresaba en planta un 20% y en UCI un 2,8%; en verano, con 5.479 contagios en ese pico, lo hacía un 14% en agudos y un 2,31% en críticos; y en este momento, lo hace un 2% y un 0,2% respectivamente.
? El viceconsejero @ZapateroAntonio ha explicado que durante la 6ta ola se registra:
? 86% menos de ingresos en planta y 87% menos de ingresos en UCI, comparado con la 3ra ola.
✅ Esto se debe al alto grado de vacunación y a una menor agresividad de la variante ómicron. pic.twitter.com/Rja0GsnG5d
— Comunidad de Madrid (@ComunidadMadrid) December 28, 2021
Esta correlación, sin embargo, “no es del todo correcta”, dice Saúl Ares, biólogo de sistemas e investigador del CSIC, porque la comparación entre diagnósticos e ingresos no se puede hacer con ninguna otra ola. Y no es solo por el amplio porcentaje de población inmunizada —hay un 91,6% de madrileñas y madrileños por encima de los 12 años con ambas dosis—, sino por “la fiebre de los test”. Se refiere a las pruebas de autodiagnóstico de la farmacia que la ciudadanía puede hacerse en casa.
Ante el torrente de nuevos contagiados, el sistema tocó techó en la detección y la Consejería de Sanidad decidió modificar la estrategia: desde el 21 de diciembre, los resultados positivos de esos test cuentan como positivos oficiales para la Comunidad. Y dos días después, el Gobierno regional activó puntos para testear a la población con síntomas en el exterior de las Urgencias de 15 hospitales públicos. Ese volumen de detección, dice Ares, “no ha ocurrido nunca antes, y hacer la división entre casos e ingresados puede ser engañoso, porque las proporciones no son las mismas”.
Aunque la mayor transmisibilidad de ómicron ha multiplicado los contagios —tiene una R0 de entre 6 y 10, es decir, que cada infectado tiene la capacidad de pasar la enfermedad a entre seis y 10 personas, según cifró el viceconsejero de Salud Pública, Antonio Zapatero, el pasado martes—, “hay que tener en cuenta la variable de la capacidad de diagnóstico”, explica Ares. Así, afirma, el margen tan amplio entre la razón de infectados y de personas que requieren ingreso, no es tanto como puede parecer a primera vista.
Las urgencias crecen en unas 2.500 atenciones diarias
Si se observan los número absolutos y no los relativos en cuanto a la presión asistencial, parece “bastante claro” que se van a superar los números de “las dos olas previas”, dice Ares. El 26 de abril, por ejemplo, había 2.255 enfermos en agudos y 576 en las unidades de cuidados intensivos, fue el pico de la cuarta; los hospitales tardaron casi un mes en llegar a ese número de enfermos en planta desde una cifra similar a la que registra este jueves,1.583. En críticos, donde hay ahora 226, la situación fue distinta. En aquel momento, Madrid había enlazado prácticamente la tercera ola con la cuarta y entre ambas, los enfermos graves jamás bajaron de 400.
La inmunización ha reducido “enormemente” el agravamiento de la enfermedad. Según los datos que ofreció el viceconsejero hace unos días, disminuye “un 73,5% el riesgo de ingresar en planta y un 82,1% en UCI en la Comunidad de Madrid”. La cuestión aún así, insisten los expertos, es que en un volumen tan inmenso de contagios, el porcentaje respecto a los casos que acabe necesitando asistencia será pequeño, pero en números absolutos, “serán muchos”.
Los hospitales ya lo están notando, se paralizan operaciones y se retrasan pruebas y consultas otra vez; se han prohibido ya las visitas en algunos de ellos, como en el de Getafe desde hace al menos dos semanas; y en Urgencias ha habido un aumento de alrededor de entre 2.500 y 3.000 atenciones diarias desde el pasado 17 de diciembre, cuando hubo 9.457. Los que ingresan desde ahí, sin embargo, mantienen una curva estable que, en los últimos días, incluso se ha reducido levemente; aunque ha coincidido con los días 24, 25 y 26 de diciembre, momentos en los que cada año se disparan las urgencias, pero disminuyen los ingresos desde esa área.
El “déjà vu”
Los profesionales de Medicina Intensiva, Anestesiología, Urgencias o Interna hablan de “déjà vu”. Este miércoles, el equipo de Anestesia del Infanta Leonor recibió un mensaje en el que les informaban de que la UCI de ese centro ya estaba “llena”; que los intensivistas iban a hacerse cargo de “hasta diez pacientes”, lo que implicaba que dos de ellos tendrían que ser llevados por anestesiólogos en la unidad de reanimación (REA). Y todo ello significaba que se paralizaran las operaciones que requiriesen ese espacio durante las guardias y que desde ese momento, la URPA (unidad de recuperación tras la anestesia) pudiese “quedar abierta por la noche con cuatro puestos”.
Esta situación, que por volumen global y en comparación con otros momentos aún no es crítica, se recrudece en el contexto de 22 meses de pandemia, con sus respectivas suspensiones de consultas, revisiones, cirugías y pruebas; con una plantilla que arrastra cansancio físico y mental y que está inmersa además en una situación laboral complicada debido a las renovaciones de más de 11.000 contratos que están en el aire, los llamados de “refuerzo covid”.
Eso, apunta Manuel Franco, epidemiólogo y portavoz de la Sociedad Española de Salud Pública, llega además en un momento social distinto: “La ciudadanía también está cansada, y nos ha pillado con lo que creíamos la luna de miel de la vacunación. Los medios de comunicación, los políticos, la gente… Seguimos en shock, no estamos viendo aún las consecuencias sociológicas para la población”. Y dice que “no se puede olvidar” el ámbito que más y antes llegó a ese “estado de colapso”: atención primaria y salud pública.
“Ahi llegaron a la saturación hace tiempo, han reventado todas las costuras”. En un mes, los centros de salud han multiplicado por ocho los pacientes que tienen en seguimiento (de 1.191 a 8.561) y atienden más de 300.000 consultas diarias; hace ya dos semanas tuvieron que cancelar todo aquello que no fuese imprescindible. Y los epidemiólogos y salubristas de la Comunidad, encargados del rastreo y vigilancia de los casos, son incapaces de absorber el volumen de contactos que se están dando. “En eso sí que se parecen todas las olas”, dice Franco, “en el estado, totalmente débil, en que la Comunidad mantiene la estructura de primaria y Salud Pública”.
Los posibles factores socioeconómicos de las zonas con más contagios
Boadilla del Monte, Rivas-Vaciamadrid, Las Rozas y Pozuelo de Alarcón son las poblaciones con mayor incidencia acumulada (IA) en los últimos 14 días, todas con alrededor de 2.000 casos por cada 100.000 habitantes; y en Madrid capital, son los distritos de Chamberí (2.736), Salamanca (2.587) y Centro (2.425). Son datos del último boletín epidemiológico de la Dirección General de Salud Pública, del martes. Pero no es nuevo. Desde la segunda ola, en cada una de ellas los municipios y los barrios con mayor nivel socioeconómico de la Comunidad han registrado la transmisión más elevada. No hay aún ningún estudio que haya profundizado en el por qué de esta cuestión, y los expertos, por el momento, solo pueden hacer hipótesis.
Fernando García, epidemiólogo y portavoz de la Asociación Madrileña de Salud Pública (Amasap), recuerda que “así como al principio eran los sectores socioeconómicos más deprimidos los que sufrían más los efectos de la pandemia, después ha sido al contrario”. Apunta que “quizás tenga que ver con que los contagios se dan más en ámbitos de interacción social entre jóvenes”, pero se pregunta “si es que en el barrio de Salamanca se reúnen más estos grupos que en otros lugares” o “si es que hay mayor detección”. Lo que dicen los datos de la Consejería de Sanidad es que es en esos territorios donde existe mayor transmisión comunitaria. Y, en cuanto a grupos etarios, mayoritariamente entre los de 25 a 44 (2.758 de incidencia acumulada) y entre los de 15 a 24 (con una IA de 2.576).
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