Desde que el volcán Cumbre Vieja de la isla de La Palma entró en erupción el pasado domingo 19 de septiembre, hace ya diez días, uno de los mayores temores de los expertos era que la gran cola de lava llegase al mar. Debido a la naturaleza cambiante de este destructor fenómeno natural, las primeras informaciones hablaban de que tardaría apenas unas horas en tocar el Atlántico. Ese tiempo fue aumentando hasta que después el magma se ralentizó y empezó a cobrar fuerza la hipótesis de que se frenaría antes de tocar la costa. Pero, finalmente, la lava entró en contacto con el agua en la noche del martes después de arrasar el pueblo de Todoque y no encontrar apenas oposición en su arrasador camino.
La gran pregunta es: ¿y ahora qué pasa? Para empezar, el riesgo de que se produzcan detonaciones y explosiones es elevado debido a que entran en contacto diversos componentes químicos que reaccionan entre sí. Tal y como explica el profesor de geología de Universidad de Las Palmas de Gran Canaria, José Mangas, en un artículo de en la ‘BBC’, cuando el magma se enfría al contacto con el agua salada se solidifica y al instante pueden salir despedidos hacia arriba pequeños proyectiles.
Además, la lava avanza a una temperatura aproximada de mil grados y emana gases tóxicos.
Por otro lado, en el océano se encuentran naturalmente presentes compuestos como cloruro sódico, azufre, carbono, plomo e incluso yodo. Cuando entran en contacto con la elevadísima temperatura del magma, estos se evaporan y pueden suponer un grave riesgo para la salud. Por eso, las autoridades instan a la población a no acercarse a la zona.