La historia de Levaduramadre discurre en paralelo a las vicisitudes de Moncho López Fernández-Escandón, su fundador. Es como una partida de billar francés, una historia de carambolas en la que una vez tras otra la bola amarilla impacta en la blanca para acabar rematando a la roja sin compasión. Aunque toda la precisión que acompaña al deporte del taco, en el caso de la cadena de panaderías que se expande vertiginosamente por las calles de Madrid ha sido un salto de “casualidad en casualidad”, reconoce el empresario de 43 años.
Todo comenzó tras un despido. Después de trabajar en Decathlon y aficionarse a la atención al cliente, el entonces estudiante de Física acabó por dirigir una tienda de la marca de deportes. Y quiso comprobar sus dotes de gestión en otras dos empresas. La última, Cortefiel, le echó por querer saltarse la tradición, asegura. Entonces decidió montar un negocio por su cuenta. Una panadería, pues había leído que esta era una de las pocas profesiones sin paro. Vendió su coche, recurrió a un amigo al que le había sonreído la suerte del Euromillón para que le prestase el dinero que no le daban los bancos y con 30.000 euros arrancó. Era 2006.
Hoy, la red de franquicias de panadería y pastelería artesanas tiene 56 tiendas en Madrid. Como si la pandemia de coronavirus le hubiese servido de trampolín, abrió 22 el año pasado y en lo que va de 2021 ha inaugurado nueve. Es la cadena que más se ha expandido del sector. Se trata de pequeños y coquetos establecimientos con multitud de variedades de pan: de trigo sarraceno, centeno, espelta, maíz, con semillas, nueces, queso, aceitunas, vino…; empanadillas, tartas y pasteles caseros, y ciertos productos gourmet; algunos con espacio para tomar un café. Pero esto es adelantar acontecimientos.

La nota precedente contiene información del siguiente origen y de nuestra área de redacción.