Cuando Renzo Piano; su mujer, Magda Arduino, y sus tres hijos —Matteo, Carlo y Lia— regresaron a Italia desde París, donde el arquitecto genovés estaba diseñando el rompedor Centro Pompidou (que se inauguró en enero de 1977), descubrieron no el azul sino el verde junto al Mediterráneo.
Su destartalada casona de Génova tenía un jardín perpetuamente asilvestrado donde recogían los animales del barrio “que muchas veces no querían ser adoptados” —explica Lia Piano (Génova, 1972) por Zoom— pero que su madre encontraba por la calle. Así criaron gallinas. “Más bien fuimos invadidos por ellas”, cuenta. Sucedió cuando su padre organizó un concurso entre sus hijos para diseñar un gallinero, y las gallinas, que no entendían de experimentos con poleas, terminaron entrando en la casa. En los años ochenta, los Piano vivían en un edén que contrastó con el colegio, donde no llegaron a adaptarse.
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Hace poco, Magda, la madre de Lia —que en 1989 se divorció del arquitecto—, decidió vender aquella casa. “Era demasiado grande, daba demasiado trabajo”, explica Lia. “Mis hermanos, como tantos hombres, son expertos en escaquearse. Así es que me tocó a mí ir a ayudar”. Tuvo recompensa: los recuerdos revivieron. Apareció entonces la urgencia de escribir una novela.
“Es un ejercicio de rescate. Al leerla, mi madre —que es exactamente como la madre de la novela; es decir, amiga de improvisar y cambiar de idea— decidió no vender”, recuerda Lia. “Lo más llamativo es que todos están volviendo ahora a la casa”. La escritora —que estudió Literatura y es directora de proyectos editoriales en la Fundación Renzo Piano— explica que, aunque todos han envejecido, nadie ha cambiado.